Camino a la deriva. Se
hace de noche. Miro el reloj. Veo plazas desoladas. Amantes ocultos en la
oscuridad. Todo me parece nada, mentiras inconclusas. Se hizo añicos mi reloj
en el suelo. Son promesas de amores que no
volverán. Pensaba en la tarde que habíamos compartido, en los planes futuros,
en los viajes a ciudades en los que nuestros ojos se posarían como en una
postal en sepia. ¿La recuerdas? Esa postal que me regalaste antes de partir.
Cómo olvidarla. Cómo olvidarte. Tus caricias, tus gemidos nocturnos. Te amaba.
Te amé. Te amo. ¿Te amaría? Lo nuestro era imposible. La decisión ya había sido
tomada. Me senté en el banco en el que tu mano se había entrelazado con mis
dedos y centré mi mente en aquel preciso instante de un recuerdo fugaz en que
te robé un beso. La pasión inundó el éxtasis de mi cuerpo, me electrizaba. Los
latidos de mi corazón palpitaban a mil por hora. Te deseaba mientras mis manos
tocaban lo prohibido. Era nuestro mayor
secreto. Mi mente se pierde en tu cuerpo, el deseo aumenta, ya no respondo. Me
miras. No sé qué decirte, te observo, te beso y me acurruco en tu bajo vientre.
Te recuerdo y te me apareces fantasmagórica, un cadáver deambulante. Mi abuela
era sonámbula. Murió, era buena la vieja, me quería, a veces siento que también
la quise. Ella me cuidó de niño. Rosas le dejé en el cementerio ese día. Rosas
también te dejé a ti el día que te fuiste. Está muerta. A veces tú también lo
estás. Qué importa. Me invento finales, cambio la historia, me la cuento dos
veces hasta que me la creo. Sé que volverás, lo sé porque me amabas. Yo también
te amé. Obsesivo me dijiste esa noche. Posesivo. ¿Posesivo yo?. Las mujeres
solo sirven pa la cocina y la cama me enseñó mi padre. No eras un objeto me
gritaste. Las rosas cayeron al suelo. ¿Eran rojas?, sí, parecían la sangre
carmesí de tus venas. El cuchillo era tentador. No me pude contener. Me miró.
Tus ojos me miraban implorando acabar con todo. Fue tu culpa. Me lo pediste,
tus ojos me lo pedían. ¿Por qué tenías que llorar? Rosas le gustaban a mi abuela.
Rosas negras le dejé en su tumba. Perfume de rosas era tu piel desnuda en mis
manos. Caían una a una deshojándose. Un charco escarlata rodeaba tu cuerpo. El
cuchillo era tentador. Rosas negras. Estaba nublado, llovía. Fue como nuestro
primer beso. A veces creo que aún te amo.
A lo largo de la historia nos encontramos con diversas sociedades, cada una de ellas con rasgos distintivos, de este modo distinguimos unas más tolerantes y otras más represivas. No obstante, si realizamos un mayor escrutinio, lograremos atisbar que en su conjunto poseen patrones en común, los cuales se han ido reiterando una y otra vez en una relación de causalidad cíclica, que no es más que los antecedentes y causas que culminan en acontecimientos radicales y revolucionarios para la época, los que innumerables veces marcan un hito indeleble en la historia.
Lo anteriormente señalado ha sido un tema recurrente en la Literatura universal, cuyos autores debido al contexto histórico en el cual les ha tocado vivir, se han visto motivados por tales situaciones y han decidido plasmar en la retórica sus ideales liberales y visión en torno a aquella realidad que se les tornaba adversa. Un ejemplo de ello es el microrrelato “La Hormiga”, cuyo autor es Marco Denevi, del cual han surgido
Comentarios
Publicar un comentario