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Breves notas existenciales, 7 de mayo.



            Estoy en una estación de metro de Santiago, no pretendo escribir una historia difícil, sino que al contrario, sólo basarme en hechos, veo a la gente, pero no pretendo criticarlas, más bien quisiera ayudarlas. Cada persona tiene su propia vida y su propio mundo, pero lo que más me causa tristeza son las desigualdades, la carencia de educación, que las personas se pasen a llevar unas a otras, la intolerancia, la falta de respeto. En fin, son muchas las contrariedades que tengo, inclusive pienso para qué sirve estudiar tanto, si la gente no posee casi nada de cultura. Yo, por ejemplo, hago clases por amor al arte y a veces quienes me rodean, ni si quiera me valoran. Por otro lado, pienso en varias personas de mi edad, que lo único que quieren es carretear y lo más sorprendente es que aun siendo personas de filosofía y letras, no hacen nada para cambiarse a ellos mismos y aportar en su entorno. Me da mucha pena todo cuanto veo, sé que no se puede hacer nada por el mundo y que no lo cambiaremos, pero hay que intentarlo. Dar un poco más de uno, dar el 100%, no para ser el mejor, sino que para hacer de los demás y quienes constituyen esta sociedad, un lugar mejor. Yo estaría dispuesto a hablar con cualquier persona, ayudarlos, pero hay muchos que no me conocen y no saben lo que estaría dispuesto a hacer por ellos.

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