Encontrándome
en un mall, nuevamente me pude percatar de cómo nuestra mente se adapta al
contexto en el cual nos encontramos. De este modo, nuestras maneras de hablar
cambian, vale decir, nuestros registros de hablar son distintos, probablemente
también el cómo nos vestimos, entre otros. También he observado empíricamente
las desigualdades del país en el que me tocó vivir, es así si es que uno
observa con atención, te puedes fijar en el hacinamiento actual, en la calidad
de vida, que es en sí de muy bajo estándar, quizá los informes y/o estadísticas
digan otras cosa. No obstante, en primer año de universidad por diversos
motivos me tocó vivir en un sector relativamente periférico, ver realidades muy
complejas, de hecho escuché historias de familias en las que sus hijos caían en
las drogas, la delincuencia, lo que en sí mismo me causó mucho pesar, oír aquel
sufrimiento de las madres fue tristísimo y ellas, ¿qué hacían? por una especie
de determinismo social, no les quedaba de otra más que recurrir a la iglesia, a
Dios, a la virgen, que de uno u otro modo les servían de consuelo ante sus
aflicciones, mas por ello, personalmente no recrimino a la iglesia y a quienes
creen en ella, pues en general tiende a apalear la soledad, a ayudar a la gente,
que se sientan mucho mejor, les genera bienestar y alegría, eso ya es algo en
el día a día por lo menos. Por otro lado, después me tocó por diversas
situaciones, migrar varias veces de una casa a otra, en algunas también creían
en Dios, personalmente también, aunque claro, la visión que tenían era
distinta, pero en la mayoría tenían la convicción de que los ayudarían y ahora,
finalmente, vivo en un departamento con una mujer muy cristiana, que se sabe la Biblia de memoria y,
volviendo a la reflexión anterior, me conduce a pensar que éstas nos han sido
casualidades, sino que causalidades, puesto que la reunión del otro día me hizo
conocer a más gente que cree en Dios y que oró por mí, por lo que hacía. De la
misma manera entonces me pregunto, ¿por qué habré escrito esto? Tal vez yo sea
un mero instrumento a decir verdad, quizá es Dios quien está detrás de mis
palabras y estos últimos escritos, tampoco sé qué me deparará el destino y la
vida, pero admito que siempre algo me sucede y me enmienda el camino, inclusive
hoy fui a una clínica y apareció nada menos que frente a mí un cura muy
conocido de la televisión, ¿qué más simbólico que eso?
A lo largo de la historia nos encontramos con diversas sociedades, cada una de ellas con rasgos distintivos, de este modo distinguimos unas más tolerantes y otras más represivas. No obstante, si realizamos un mayor escrutinio, lograremos atisbar que en su conjunto poseen patrones en común, los cuales se han ido reiterando una y otra vez en una relación de causalidad cíclica, que no es más que los antecedentes y causas que culminan en acontecimientos radicales y revolucionarios para la época, los que innumerables veces marcan un hito indeleble en la historia.
Lo anteriormente señalado ha sido un tema recurrente en la Literatura universal, cuyos autores debido al contexto histórico en el cual les ha tocado vivir, se han visto motivados por tales situaciones y han decidido plasmar en la retórica sus ideales liberales y visión en torno a aquella realidad que se les tornaba adversa. Un ejemplo de ello es el microrrelato “La Hormiga”, cuyo autor es Marco Denevi, del cual han surgido
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