El acto de recrear la realidad, pues ésta no es estática, está en continúo movimiento, a veces nos parece que estamos sujetos a nuestros propios designios y pensamientos, pero en cada lugar al que accedemos, en cada nuevo rostro que atisbamos, en cada palabra que empleamos, la rehacemos, volvemos a vivir, mil y un instantes, así como el espacio lo hacemos nosotros, la realidad también es moldeada, a veces por lo que decimos, otras por lo que vemos, incluso por lo que percibimos, personas, objetos, situaciones, momentos, paredes, paisajes, imágenes, cuadros, en fin, la realidad es múltiple y lo transitorio es el peregrinar de historias, de cuerpos transhumantes que buscan nuevos lugares por recorrer, auroras que contemplar, libros por leer.
A lo largo de la historia nos encontramos con diversas sociedades, cada una de ellas con rasgos distintivos, de este modo distinguimos unas más tolerantes y otras más represivas. No obstante, si realizamos un mayor escrutinio, lograremos atisbar que en su conjunto poseen patrones en común, los cuales se han ido reiterando una y otra vez en una relación de causalidad cíclica, que no es más que los antecedentes y causas que culminan en acontecimientos radicales y revolucionarios para la época, los que innumerables veces marcan un hito indeleble en la historia.
Lo anteriormente señalado ha sido un tema recurrente en la Literatura universal, cuyos autores debido al contexto histórico en el cual les ha tocado vivir, se han visto motivados por tales situaciones y han decidido plasmar en la retórica sus ideales liberales y visión en torno a aquella realidad que se les tornaba adversa. Un ejemplo de ello es el microrrelato “La Hormiga”, cuyo autor es Marco Denevi, del cual han surgido
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