La noción de tiempo presente en Rayuela de Cortázar y El coronel no tiene quién le escriba de García Márquez.
El
tiempo primeramente lo analizaré desde la perspectiva de uno de los
protagonistas del relato, es decir, específicamente Oliveira, quien como nos
refieren los textos críticos vive en el tiempo del recuerdo, el continúo
pasado, como se aprecia en la próxima cita: “En
París todo le recuerda a su Buenos Aires natal, y en Buenos Aires no cesa de recordar
su vida en París.” Hay un relativismo espacio-temporal pues estos
parámetros quedan alterados hasta convertirse en algo subjetivo. Los personajes
trascienden el espacio y el tiempo buscando una realidad paralela a la que
viven. En esa otra realidad alcanzan su otro yo. Este relativismo
espacio-temporal obliga a un desorden de las secuencias que atenta claramente
contra los presupuestos de la tradición. Aquel relativismo al cual me refiero
destaca ante todo en el carácter y tono de las vanguardias, pues en éstas se
gesta todo un cambio de paradigma, ruptura con lo establecido y lo pre-establecido,
lo tradicional ya no será lo mismo con el presente cambio.
Por
otro lado cabe considerar que la mentalidad misma de Oliveira, influirá en la
concepción del tiempo, puesto que éste en sí mismo era un ser que tendía a
pensar en el orden metafísico de las cosas, en gran medida de manera
contrapuesta a la Maga ,
que hasta cierto punto era más terrenal y practica: “Los personajes también contribuyen a la crítica de lo establecido, de
la inautenticidad de la vida moderna. Horacio Oliveira, el protagonista, es un
buscador nato, un perseguidor, como Johnny Carter, de las verdades ocultas de
la vida. Desde la primera frase se aprecia esta tendencia: « ¿Encontraría a la Maga ?». Pero Cortázar,
enemigo de las “búsquedas solemnes”, esconde los tentáculos de lo
metafísico y existencial bajo búsquedas aparentemente absurdas, como la de un
terrón de azúcar que cae bajo una mesa. Estos absurdos son una crítica a la
cosificación del ser humano en la sociedad actual.
Lo
ya expuesto anteriormente queda más clarificado a través de la consiguiente
cita: “El amor
de Oliveira por la Maga
trasciende el amor mismo. Su intelectualismo desmesurado contrasta con la
ignorancia de la Maga. Por
eso la ama, porque es su opuesto. «Mientras que la Maga posiblemente termine
suicidándose en un río físico, Oliveira tal vez termine ahogándose en un río
metafísico»8.
Si bien anteriormente se habló de un relativismo
espacio-temporal, éste ante todo se contrapone a la preceptiva precedente, vale
decir, al canon del racionalismo dieciochesco, donde a claras luces se le daba
preeminencia a este rasgo, en una suerte de absolutismo de viejo cuño: “El fracaso consiste en que el hombre confía
hasta tal punto en la razón que pierde tanto la realidad que ha dejado fuera
como la habilidad de salir del juego, porque ya todo el mundo juega. Oliveira
lo resume sucintamente: El hombre después de haberlo esperado todo de la
inteligencia y el espíritu, se encuentra como traicionado.” Precisamente el juego es símbolo y representación de lo
inconsciente, de la infancia, lo lúdico en sí mismo, que viene a ser uno de los
postulados planteados por los surrealistas, por ejemplo, por ello el juego es
fundamental, pero siempre visto en contraposición al racionalismo.
Otra de las concepciones acerca del tiempo que se
manifiesta patentemente en la obra es la consiguiente: “El tiempo en la novela también sufre
alteraciones. Deja de ser lineal para convertirse en circular, o detenido, o
alternado, o superpuesto, ...”.[1] Precisamente el
tiempo del cual se habla en primera instancia, se
corresponde con la secuencialidad temporal propia de la novela decimonónica,
perteneciente al realismo y naturalismo preponderantemente, que con las
vanguardias se alterará drásticamente, pues ya no existirá sólo una concepción
acerca del tiempo, sino que múltiples, circular, alternado, superpuesto, etc.,
como se mencionó anteriormente.
A continuación intentaré dilucidar la manifestación del
tiempo presente en El coronel no tiene quién le escriba y cómo ésta se presenta
vinculada con otros aspectos de la obra misma: “Todos los vivos y todas las cosas se mueven incesantemente hacia la
muerte con el tiempo, en su figura y energía vital.”[2] En
relación a la obra en sí, claramente adquiere un valor fundamental, puesto que
se va produciendo una visión existencialista y pesimista, donde todo lo que
sucede con el transitar del tiempo, es un continúo deterioro, donde aquellos
seres que se encuentran vivos, ineludiblemente se van encaminando hacia la
muerte. Otro cariz que adquiere la muerte es el próximo, como procedo a citar: “La muerte en la vida cotidiana significa el
regreso al espacio y tiempo mítico, mejor dicho, al mundo cósmico”.[3]
Otra forma característica de
denotación temporal que viene a funcionar como deíctico en la novela de
Márquez, es cuando lo sitúa en determinados lapsus, como se verá a
continuación: “García Márquez acompaña al
lector al mundo mítico con la marcación del tiempo. Con la continúa indicación
de la hora, el día de la semana, el mes y la estación anual, él trata de
conseguir la recreación, resurrección a la vista del cristianismo, de un Nuevo
mundo. El eje principal del ciclo del tiempo será el año.”[4]
Pero entender y comprender el
“año” no es nada simplista, puesto que en sí mismo requiere de una mayor
indagación, así se puede desprender en elementos como los próximos, que vienen
a conformar su engranaje: “El año es un
círculo cerrado que tiene iniciación y final, pero que puede renacer en la
forma de un Nuevo año. Y con cada Nuevo año el tiempo nuevo, puro y sagrado,
pues todavía no ha sido usado, viene en existencia. La regeneración del tiempo
es una tentativa de recuperar el tiempo de los orígenes y, a la vez, un intento
de renacimiento interior. El autor convierte el tiempo profano y cotidiano en
el mítico mediante la regeneración para que se conecte el tiempo actual al
tiempo de origen, en que renace un nuevo tiempo de un Nuevo Año. Y
simultáneamente da razón de esta medida por la formulación de la circunstancia
de muerte del pueblo novelesco.”[5] De lo anterior se concluye que hay una estrecha relación
entre tiempo profano y mítico, lo que se condice con la muerte del pueblo, que
como ya señalé es una visión existencialista, ya que el transcurrir de éste
siempre nos conducirá al deterioro de las cosas.
Resultan fundamentales de igual modo las etapas que
abarcan el “ciclo” de un año, es decir, las cuatro estaciones eminentemente,
donde hay una correlación entre los elementos vitales de subsistencia, lo
cósmico y lo sagrado, pues en general desde tiempos remotos han estado
inter-conectados, ante todo en sociedades pre-lógicas, donde la explicación a
varios fenómenos de la naturaleza, por ejemplo, se correspondía con nociones mítico-simbólicas;
Así se aprecia en el siguiente pasaje: “
”.[6]
“
“[7]
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