Ellos perpetraron sus cuerpos, hicieron una rebelde unión de sus extenuados miembros, se poseyeron mutuamente, se acariciaron hasta el fragor de sus letanías la tersura de su piel como si se les fuese la vida en ello, entre sábanas sonrojadas de pudor. Las cadencias palpitaban como corazón en frenesí, la humedad de los besos recorría pacientemente los muslos aprisionados entre las piernas. Los pechos jadeaban como estorninos una lujuria inverosímil. La fluidez de un orgásmico suspiro dejaba entrever un virginal remanso de pasiones escondidas, de satisfacciones inconclusas como su propia historia. Ésta no es una convencional historia de amor, es sólo el comienzo del fin de un orgasmo amatorio. Ellos creían amarse, claro que el deseo sublimaba sus cuerpos y traspasa las porosidades de la piel, pero eran sólo compadecimientos infructuosos de despecho, ilusiones marchitas por el ocaso del tiempo, reverberaciones enigmáticas de un beso perdido en los labios tiernos de la inocencia.
El monte parnaso es el olimpo de los simbolistas No soy iconoclasta ni falso adorador de egolatrías Enamórate de la soleada claridad del día Invierte el tiempo, traspasa generaciones Sumérgete en la torre de marfil, lee, escucha y escribe lo que ves No te calles, lo peor que puedes hacer es silenciarte Tan sólo entra y serás bienvenido en mi torre de marfil No preguntes por mi nombre, ya lo sabrás de antemano Sólo sé tú, sigue tu camino y me encontrarás, si me estás buscando.