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Mostrando entradas de enero, 2020

Él.

Él era una sombra fugaz que atravesaba la noche. Un camino para la humanidad perdida en su ignorancia. El último rescoldo de fe ante la muerte. Una luciérnaga desamparada bajo la luz de la luna. Un abejorro perdido en la colmena. Una sinfonía que jamás fue escuchada. Una lluvia inmovil sobre un tren en movimiento. Como melocotón azul marino, arreciaba su fuerza de mar en profundidad. Viajando cual sauces y gardenias entre la libertad de un pensamiento agazapado bajo la memoria de la luna. Es la hora de la muerte un acordeón roto en la sinfonía de la vida. Un misterio insondable en la agonía del pensamiento. La fugaz estrella de un firmamento  arrasado por la memoria del  universo. Él era suspiro acuoso de tormenta sobre un mar en calma. Dulce caramelo de naranja. Un bosque ancestral de árboles primigenios. El mar encallado en la rocosa orilla de una playa. Era la tristeza vedada. Él era angustia; sentimiento de quién no vive en libertad. Cusco,

Sobreviviente.

Sobrevivir a la muerte que te susurra cada noche solo con poesía en tus labios. Romper las cadenas de la vida como sangre esparcida de tus venas. Atravesar el infinito y dormirse sin saber si habrá un despertar. Solo la muerte conoce cuánto tus ojos podrán sobresaltarse ante un nuevo ocaso. Cusco, Perú. 29 enero 2020.

Reflejos.

Reflejado tu rostro en la ventana, atardece. Es el sol que menguante, atraviesa con sus últimos suspiros a la tierra madre. Mis ojos te miran de soslayo, inquiriendo en tu escritura de viajero empedernido. Tu mano se alza firme, a trazos de viril juventud. Tus pensamientos fluyen como un lago tras la tempestad. Deseo besar tus labios y perdernos juntos entre montañas y valles, dispuestos al amor. José Patricio Chamorro. Lago Titicaca, frontera de Perú y Bolivia 28 enero 2020

Misterios gozosos.

Un ángel furibundo descendió esta noche oscura, ausente de luna llena. Menguante, misterioso, surge su placer aletargado en sueños diurnos de semihombre. Volvió su mirada sobre la silueta de mi muslo contraído de pulsiones amatorias. Carnalmente nos humanizamos mutuamente como amantes reencontrados con los años. Guardarán nuestras caricias, el secreto más profano entre un poeta y un ángel caído en tentación.

Placeres de la carne.

Ansiedades crujen bajo mi vientre de hombre magullado de placer. Siete ángeles del infierno consumen mi carne a raudales. Son los pecados capitales que me incitan a beber de su deseo ardiente. Lujuriosos atenazan mis miembros, los trituran en voraces gemidos, penetrantes de dolor. Sus lenguas de arcángeles degustan con lascivia los humedales de mi boca. En éxtasis procrean la humanidad, carne de mi carne, sexo de mi sexo. Un silencio nos aguarda con el sofocante erotismo de mi sangre profanada. Nuestra progenie es el germen más humano de tu Dios. José Patricio Chamorro. Guayaquil, Ecuador. 22 enero 2020

Enero a destiempo.

Avanzo retrocediendo sobre mis pasos. Es Guayaquil la ciudad donde se detiene el tiempo. Una mujer ofrece con caridad agua a los transeúntes,  un hombre se prosterna en la calle como en señal de agonía. Somos uno con esa naturaleza pródiga de nostalgias y vaivenes del ayer. El clima arrebata suspiros, gotas de lluvia estremecen el cuerpo que acechaba el calor de enero. Como náufragos sin puerto, nuestras miradas se pierden en el horizonte.  Un mar poblado de colores, anuncia nuestra venida. Guayaquil, Ecuador. José Patricio Chamorro Jara. 20 enero 2020.

Estremecimiento limeño.

Se estremece la vida como una cuchara en una taza de café. El tiempo no se arrepiente, solo avanza buscando. Somos el punto de encuentro de todos los momentos, segundos que duermen. Morir es vivir al arrebato, sucumbir en pensamiento, palabra y obra. Un gris día, hará de esta noche, una eternidad. El mañana solo espera al hombre nuevo. Emerge de su letargo la voz del silencio. Lima, 9 enero 2020.