Primero que todo, quiero señalar que esta reflexión surgió al igual que tantas otras que he tenido, vale decir, sin premeditación alguna, pero que de uno u otro modo me venían rondando en mi subconsciente hace un tiempo atrás. Quizás no quería percatarme de ellas o quería eludirlas, puesto que en lo personal considero que es un tema complejo, sobre todo cuando se trata de las vivencias personales. No obstante, he decidido poner de manifiesto algunas de las premisas a las cuales he llegado, producto de mis cavilaciones diarias o momentos de okio. Cabe señalar también que gran parte del interés que suscitó en mí este tema, es mi mundo interior, aquel fluir de la conciencia que en nuestro estado de vigilia innumerables veces pasa desapercibido, pero que cuando permanecemos en plena sintonía con nuestro inconsciente, es decir, en nuestros sueños, se nos presenta más amena, tangible e incluso cautivadora.
Si bien el mundo onírico es acogedor, sobre todo cuando resalta subrepticio
El monte parnaso es el olimpo de los simbolistas No soy iconoclasta ni falso adorador de egolatrías Enamórate de la soleada claridad del día Invierte el tiempo, traspasa generaciones Sumérgete en la torre de marfil, lee, escucha y escribe lo que ves No te calles, lo peor que puedes hacer es silenciarte Tan sólo entra y serás bienvenido en mi torre de marfil No preguntes por mi nombre, ya lo sabrás de antemano Sólo sé tú, sigue tu camino y me encontrarás, si me estás buscando.