En el mundo cada vez que lo recorremos y salimos a su encuentro, nos vemos enfrascados en un tiempo y espacio determinados. Son precisamente estos últimos los que en el último tiempo me han llamado la atención, pues éstos los podemos personificar, ponerles nuestra esencia, armarlos y desarmarlos a nuestro antojo. En fin, habida cuenta de habitarlos. Los lugares cobran sentido para nosotros en la medida que le brindamos coherencia, los hacemos habitable con nuestros gustos y preferencias, a algunos los preferimos cerca del mar, la naturaleza, donde ingrese el aire límpido y fresco, aromáticos, alejados del ruido, coloridos, pintorescos, arquitectónicos, arabescos, chilenos, antojadizos o remotos, los hay para todos los gustos, otros los prefieren cercanos a la tierra, en las alturas, desérticos e incluso compartidos. Espacios los hay para las preferencias más variadas e inverosímiles, donde hagamos nuestras vidas, donde fluyamos con el flujo del tiempo, donde solemos poner calenda
El monte parnaso es el olimpo de los simbolistas No soy iconoclasta ni falso adorador de egolatrías Enamórate de la soleada claridad del día Invierte el tiempo, traspasa generaciones Sumérgete en la torre de marfil, lee, escucha y escribe lo que ves No te calles, lo peor que puedes hacer es silenciarte Tan sólo entra y serás bienvenido en mi torre de marfil No preguntes por mi nombre, ya lo sabrás de antemano Sólo sé tú, sigue tu camino y me encontrarás, si me estás buscando.