Perdido entre las calles ñuñoínas sin un rumbo determinado, aquella tarde caminaba observando los árboles y los transeúntes que en su rutina santiaguina solo se detenían en triviales conversaciones, a paso firme, sin mirar atrás. Por el contrario, por aquellos días, solo daba pasos en falso, buscando un propósito por cual vivir, por el que deseara escribir. Consultando por el sector por datos de arriendo de dormitorio con la intención de terminar con la monotonía de aquellos días de mis veintidós tiernos años y aventurarme así a vivir nuevas experiencias es que busqué sin miramientos una nueva estancia ajustada a los valores que podría pagar un estudiante universitario de letras. De pronto observé una casa, llamativa y distinguida entre las demás de la cuadra; era alta de dos plantas, amplia y de muros amarillos con un extenso ante jardín con flores de colores primaverales. En un principio no me llamó la atención la numeración de la casa, sin embargo, de pronto, todo cobraría sentido
El monte parnaso es el olimpo de los simbolistas No soy iconoclasta ni falso adorador de egolatrías Enamórate de la soleada claridad del día Invierte el tiempo, traspasa generaciones Sumérgete en la torre de marfil, lee, escucha y escribe lo que ves No te calles, lo peor que puedes hacer es silenciarte Tan sólo entra y serás bienvenido en mi torre de marfil No preguntes por mi nombre, ya lo sabrás de antemano Sólo sé tú, sigue tu camino y me encontrarás, si me estás buscando.