Faltando sólo un cuarto de hora para las diez de la noche, pensaba mil veces las 1001 cosas que quería hacer, dónde, con qué y cómo debía ir; lo primero fue ponerme la ropa para esa noche especial, una mezcla entre sensualidad y seriedad, una camisa descotada con dos botones abiertos, unos jeans ajustados y una boina plomiza que resaltara el –atrévete a dar un paso más, pero con cuidado- estaba listo, sólo debía comprar el regalo, que no podía dejar de darle un toque de emotividad, pero sin el típico sentimentalismo barato, agregándole un deje de intelectualismo, por ello obviamente el regalo perfecto era un libro, por consiguiente, me dirigí a la librería más cercana de donde vivía actualmente. La librería Antártica era un lugar que había visitado cientos de veces, siempre encontraba un libro nuevo, una edición empastada que me cautivara, que llamara mi atención, pero aquella noche no fue sólo eso. Entré, miré de reojo a mi alrededor, igualmente me acerqué a las estanterías, revisé
El monte parnaso es el olimpo de los simbolistas No soy iconoclasta ni falso adorador de egolatrías Enamórate de la soleada claridad del día Invierte el tiempo, traspasa generaciones Sumérgete en la torre de marfil, lee, escucha y escribe lo que ves No te calles, lo peor que puedes hacer es silenciarte Tan sólo entra y serás bienvenido en mi torre de marfil No preguntes por mi nombre, ya lo sabrás de antemano Sólo sé tú, sigue tu camino y me encontrarás, si me estás buscando.