Quien duerme con un poeta está destinado a la eternidad. Estar con alguien que escribe, que con sus manos crea y recrea mundos apetecibles, siempre es una experiencia revitalizante. Algunos tienden a ser más juveniles, risueños, sobretodo unos besadores únicos, que saben hacer suya cada parte de tu cuerpo, sus caricias son sensaciones para el alma, sus cuerpos entrechocando a vaivenes y cadencia profundas y penetrantes, grandes proporciones, intensas, sintiendo cada músculo y miembro como carne viva, el relajante masaje de despedida. El éxtasis mismo, continuar sin parar, sin detener los cuerpos, en la sonoridad natural de sus gemidos. Es en ese instante en que el cuerpo no puedo expresar en palabras las sensaciones, cuando los labios no hablan, sino que se preparan para el placer, cuando te compenetras con la pasión de los cuerpos, la carne, la voluptuosidad del momento, el fluir en letanías silenciosas, que guardan secretos y que encierra miradas, donde el erotismo lo dice to
El monte parnaso es el olimpo de los simbolistas No soy iconoclasta ni falso adorador de egolatrías Enamórate de la soleada claridad del día Invierte el tiempo, traspasa generaciones Sumérgete en la torre de marfil, lee, escucha y escribe lo que ves No te calles, lo peor que puedes hacer es silenciarte Tan sólo entra y serás bienvenido en mi torre de marfil No preguntes por mi nombre, ya lo sabrás de antemano Sólo sé tú, sigue tu camino y me encontrarás, si me estás buscando.