Puntual como de costumbre, aquel viejo amigo solía llegar a la casa, siempre con una anécdota nueva y alguna novedad que contar, pero lo que más nos intrigaba a aquellos que vivíamos en aquella casa, eran sus historias de antaño, que fluían como candelas apasionadas y que en vez de extinguirse con el paso y peso de los años, se enardecían cada vez más. Un día llegaba narrando sus proezas y hazañas amorosas en su mocedad, a ratos nos hablaba sobre sus viajes a París, Venezuela y tantos otros lugares, cuyos relatos nos conmovían en demasía, pues nos imaginábamos habitando aquellos parajes a ratos inhóspitos, a otros multitudinarios, pero que nos hacían revivir en nuestras mentes la ilusión de poder visitarlos algún día, cuya esperanza nos invitaba a soñar despiertos, esforzarnos por lograr aquello que anhelábamos, que a veces se veía tan lejano, pero que al unísono se nos aproximaba a pasos agigantados y que tal vez más pronto que tarde, alcanzaríamos. Hablábamos la may
El monte parnaso es el olimpo de los simbolistas No soy iconoclasta ni falso adorador de egolatrías Enamórate de la soleada claridad del día Invierte el tiempo, traspasa generaciones Sumérgete en la torre de marfil, lee, escucha y escribe lo que ves No te calles, lo peor que puedes hacer es silenciarte Tan sólo entra y serás bienvenido en mi torre de marfil No preguntes por mi nombre, ya lo sabrás de antemano Sólo sé tú, sigue tu camino y me encontrarás, si me estás buscando.