Al salir de mi casa me dirigí sin ningún rumbo fijo, a la deriva, a recorrer las calles aledañas, disfrutando del despertar santiaguino, para lo cual y aprovecharlo en todo su esplendor, me alejé lo más que pude del centro capitalino, pues entre más cerca estás, los ensordecedores ruidos no te permiten ni si quiera pensar. Iba interiorizando todo aquello que mis ojos apreciaban y mis oídos escuchaban, desde los árboles de las plazas, el cantar de los pájaros, incluso hasta las conversaciones de los demás transeúntes, donde en más de una ocasión me causó cierta extrañeza, pues repetidamente escuchaba hablar del tiempo, después de meditarlo un poco, me pareció simplemente normal, sin embargo, concluía en cómo la gente no posee otro tema de conversación, no obstante, seguí adelante y justo antes de doblar la esquina, me percaté que había un almacén y, como no había desayunado, decidí aproximarme para comprar algo que saciara mi apetito, fue en ese momento cuando vislumbré una singula
El monte parnaso es el olimpo de los simbolistas No soy iconoclasta ni falso adorador de egolatrías Enamórate de la soleada claridad del día Invierte el tiempo, traspasa generaciones Sumérgete en la torre de marfil, lee, escucha y escribe lo que ves No te calles, lo peor que puedes hacer es silenciarte Tan sólo entra y serás bienvenido en mi torre de marfil No preguntes por mi nombre, ya lo sabrás de antemano Sólo sé tú, sigue tu camino y me encontrarás, si me estás buscando.