La poesía es un arte que se cultiva con los años. Si bien en muchos casos hay un saber innato, un conocimiento que podríamos llamar “desde la cuna”, se vuelve imprescindible pulirlo, pues no poco ha trazado la pluma de los escritores hasta ahora y, sumar un nuevo escrito para aquello donde existe una larga tradición, requiere de gran originalidad, talento y dedicación. Ya lo decía Albert Einstein, 98% de sudor y 2% de talento. Es precisamente esta fórmula que en apariencia resulta mágica, donde el trabajo constante, el dedicar horas a mejorar y detectar los errores, aunque muchas veces nos demos por vencidos, que como Sísifo cargamos la pesada roca de aportar al menos con un verso que perdure y trascienda el imaginario de una época, nos permitirá finalmente llegar a ser escritores más avezados. ¿Pero un escritor, un poeta, nace o se hace? Tal vez nunca podamos responder esta interrogante, pero de seguro ningún novel escritor obtuvo el nobel solo por su habilidad escritural. Se
El monte parnaso es el olimpo de los simbolistas No soy iconoclasta ni falso adorador de egolatrías Enamórate de la soleada claridad del día Invierte el tiempo, traspasa generaciones Sumérgete en la torre de marfil, lee, escucha y escribe lo que ves No te calles, lo peor que puedes hacer es silenciarte Tan sólo entra y serás bienvenido en mi torre de marfil No preguntes por mi nombre, ya lo sabrás de antemano Sólo sé tú, sigue tu camino y me encontrarás, si me estás buscando.