La noche caía sobre mis hombros, la tertulia había llegado a su fin. Caminé a la deriva, sin mirar atrás por aquellas calles tantas veces recorridas de provincianismo de viejo cuño. Pasos. Silencio. Una sombra se deja entrever bajo la luz de los faroles. Miro de reojo. Una silueta. Un sonido entrecortado roza mis oídos. Alguien silba, tararea una canción. Pestañeo, abro y cierro los ojos. Me detengo. Mis pensamientos se detienen. Los vehículos atraviesan la ciudad de un extremo a otro, me siento desolado en medio de la oscuridad. Me encuentro solo en medio de la noche en ciernes, nadie a menos de dos cuadras, solo la sombra que se aproxima. Un aire helado recorre mi frente, apresuro el paso, lo pienso. Permanezco inmóvil. Una brizna de viento circunda mi alrededor. Miro, observo el reflejo de los árboles bajo el alumbrado. Silencio. Abro los ojos, ojalá nunca los hubiese abierto.
El monte parnaso es el olimpo de los simbolistas No soy iconoclasta ni falso adorador de egolatrías Enamórate de la soleada claridad del día Invierte el tiempo, traspasa generaciones Sumérgete en la torre de marfil, lee, escucha y escribe lo que ves No te calles, lo peor que puedes hacer es silenciarte Tan sólo entra y serás bienvenido en mi torre de marfil No preguntes por mi nombre, ya lo sabrás de antemano Sólo sé tú, sigue tu camino y me encontrarás, si me estás buscando.