Cuando se piensa en el término felicidad, de inmediato lo trasladamos a una entidad abstracta, un valor, que en sí mismo representa más de lo que podemos describir con las palabras. En efecto, en la mayoría de los casos, cuando se hace alusión a algo impalpable, se tornan instantáneamente en inefables sentimientos o emociones. Sin embargo, la felicidad no es sólo algo etéreo, pues bien, concuerdo en que se esfuma con facilidad y que realmente ésta es aprovechada en mayor medida después de un estado de abatimiento o congoja, tras un pesar que ha sido causado por una de las innumerables experiencias de la vida, pero discrepo patentemente en que ella es sólo una sustancia. Respecto a la sentencia anterior, habrían muchos hechos que avalan mi planteamiento, ya que se le pueden atribuir cualidades físicas u orgánicas, en tanto que al experimentar la felicidad, nuestro organismo cambia de estado, sobretodo a nivel fisiológico y químico, ya sea secretando endorfinas, entre otras sustancia
El monte parnaso es el olimpo de los simbolistas No soy iconoclasta ni falso adorador de egolatrías Enamórate de la soleada claridad del día Invierte el tiempo, traspasa generaciones Sumérgete en la torre de marfil, lee, escucha y escribe lo que ves No te calles, lo peor que puedes hacer es silenciarte Tan sólo entra y serás bienvenido en mi torre de marfil No preguntes por mi nombre, ya lo sabrás de antemano Sólo sé tú, sigue tu camino y me encontrarás, si me estás buscando.