Sonreían los niños al verlo actuar. Se asomaban muecas de alegría con sus espectáculos que hacían que el cansancio de la pesada jornada se esfumara. Los padres admiraban su labor, esa capacidad inigualable de despertar en todos quiénes lo viesen y escuchasen, un profundo sentimiento de libertad. Sin embargo, él era prisionero de su propio cuadro. Félix era un payaso infeliz; nada de lo que hiciese en el día mitigaba su dolor. Han pasado cuatro años, pero el dolor sigue siendo el mismo desde aquel accidente que cambió su vida. Dulce María era una de las más bellas bailarinas del circo Transhumantes, sus espectáculos deleitaban a personas de todas las edades e inspiraban a más de un loco enamorado. Esa noche ella, no obstante, traicionó su propio corazón. Aquel día Félix se dirigía como de costumbre a la carpa del circo, junto a la que habitaba con su amada danzarina; quiso sorprenderla, así que pasó a la florería más próxima y compró un ramo de cárdenas rosas. Al llegar a su
El monte parnaso es el olimpo de los simbolistas No soy iconoclasta ni falso adorador de egolatrías Enamórate de la soleada claridad del día Invierte el tiempo, traspasa generaciones Sumérgete en la torre de marfil, lee, escucha y escribe lo que ves No te calles, lo peor que puedes hacer es silenciarte Tan sólo entra y serás bienvenido en mi torre de marfil No preguntes por mi nombre, ya lo sabrás de antemano Sólo sé tú, sigue tu camino y me encontrarás, si me estás buscando.