Esta es la hora más tentadora para la escritura. Escribir en vela, de madrugada, abre la imaginación, anima los sentidos, enciende la llama de la creación pura, para los espíritus incautos que merodean a la hora en que todos duermen. Ellos se desvelan, yerran su andar para encontrar a otras almas fugaces que compartan el mismo sentimiento de soledad fría e incurable como las flores del mal de Baudelaire, el spleen de vivir la monotonía de la existencia, para revivir las páginas de los libros que yacen postrados en estanterías desiertas. Imágenes de ensueño que pueblan mundos de místicos sortiegios. Náufragos, palabra errante que se escapa al ser pronunciada, que se olvida de la eternidad, de lo que fue y se convierten en absoluto, en las manos de un escritor que segundos relampagueantes atisba otros mundos, otros cantos de ruiseñor, de ésos cuervos de medianoche, de escila y caribdis, las musas de los sátiros, la poesía que se burla del parnaso, del cotidiano vivir, de la hip
El monte parnaso es el olimpo de los simbolistas No soy iconoclasta ni falso adorador de egolatrías Enamórate de la soleada claridad del día Invierte el tiempo, traspasa generaciones Sumérgete en la torre de marfil, lee, escucha y escribe lo que ves No te calles, lo peor que puedes hacer es silenciarte Tan sólo entra y serás bienvenido en mi torre de marfil No preguntes por mi nombre, ya lo sabrás de antemano Sólo sé tú, sigue tu camino y me encontrarás, si me estás buscando.