Memorias de un nacimiento. ¿Florecer no es acaso el estado más deseado de una rosa? Sus pétalos tenues, caen saludando al viento que proclamó su voz primera Vigias cautelan los recuerdos del eco efímero de un pensamiento Te señala, te induce a tomar el toro por las astas y callar Silenciar el non grato nacimiento de una flor. No hubo cordilleras, ni desiertos, ni mares a su venida Solo un hilo de plata atravesó su corazón precoz en llantos ¿Cuán pesado es el mundo para una rosa que nace? Imaginar un ápice de su dolor nos ciega a creer en el destino Fulminante agonía es el misterio de un capullo que verá la luz primigenia Como relámpago de vida en el sideral espacio se hundió la mano divina Se ocultaron los astros y se postrernaron en su presencis Cabizbajos los reyes, humillados a sus pies suplicaron Disculpas no bastaron. En el imperfecto segundo de su venida, vió la luz La rosa de los siete colores fue la última esperanza de la tierra Una estrella
El monte parnaso es el olimpo de los simbolistas No soy iconoclasta ni falso adorador de egolatrías Enamórate de la soleada claridad del día Invierte el tiempo, traspasa generaciones Sumérgete en la torre de marfil, lee, escucha y escribe lo que ves No te calles, lo peor que puedes hacer es silenciarte Tan sólo entra y serás bienvenido en mi torre de marfil No preguntes por mi nombre, ya lo sabrás de antemano Sólo sé tú, sigue tu camino y me encontrarás, si me estás buscando.