La casa suele tener una actividad constante, un ajetreo de ir y venires, de hacer y deshacer. Mi casa es como una batahola itinerante, en la que ningún día es igual a otro; libros por doquier desordenados y desperdigados por las habitaciones, en el comedor y en los escritorios. A ratos se confunden los dormitorios con paisajes de ensueño, donde al ir a dormir te sumerges en un sopor de historias, lo real y lo maravilloso se confuden como dos mundos irreales, donde la felicidad radica en la música del estéreo que resuena atravesando las paredes con melodías de un vals acompasado que reúne a los comensales a la mesa y uno por uno se van sentado en sus puestos. Los platos a la mesa y la cena ya está servida, las conversaciones palpitantes comienzan y dan inicio a la noche, donde en el ocaso del día se proyecta una luna plena, que forman un círculo de visiones reposando sobre la fría hierba. Los cimientos de la casa se remecen con las pisadas de quiénes las habitan, el eco de las v
El monte parnaso es el olimpo de los simbolistas No soy iconoclasta ni falso adorador de egolatrías Enamórate de la soleada claridad del día Invierte el tiempo, traspasa generaciones Sumérgete en la torre de marfil, lee, escucha y escribe lo que ves No te calles, lo peor que puedes hacer es silenciarte Tan sólo entra y serás bienvenido en mi torre de marfil No preguntes por mi nombre, ya lo sabrás de antemano Sólo sé tú, sigue tu camino y me encontrarás, si me estás buscando.