Amarga soledad, creí que me habías abandonado, pero al parecer esta noche has regresado nuevamente, te me presentas grácil y seductora, como la imagen típica de la muerte. No esperaba tu retorno, aunque ése suele ser el camino tal vez de los poetas y su sensibilidad que se extingue a cada instante con los malos tratos de los hombres y sus problemas enajenantes, a veces añoro tu compañía, otras veces la repudio, pero al fin y al cabo, creo que tendré que acostumbrarme a tu permanencia. Sin embargo y, tal vez, paradójicamente, cuando estás a mi lado siento ese toque inspirador e irreflexivo, pues no tengo explicación para ello, donde nace desde lo más interno de mis entrañas, una reflexión y, siguiendo la misma línea, en esta ocasión escribiré una cuya temática es tu esencia misma, vale decir, qué eres en definitivas cuentas, tú, soledad. Sin desearlo, este escrito ha tenido un desfase temporal, pues lo comencé hace una semana, sin embargo, hoy nuevamente lo continúo, lo cual es una
El monte parnaso es el olimpo de los simbolistas No soy iconoclasta ni falso adorador de egolatrías Enamórate de la soleada claridad del día Invierte el tiempo, traspasa generaciones Sumérgete en la torre de marfil, lee, escucha y escribe lo que ves No te calles, lo peor que puedes hacer es silenciarte Tan sólo entra y serás bienvenido en mi torre de marfil No preguntes por mi nombre, ya lo sabrás de antemano Sólo sé tú, sigue tu camino y me encontrarás, si me estás buscando.