Mucho se ha dicho sobre la memoria y quizás no habría más que decir, sin embargo, un tema no se agota en sí mismo, sino porque muere en el olvido, por ello de vez en cuando una reflexión le hace bien a nuestro espíritu. Reconozco que no soy un experto en esta temática, no obstante, procuraré otorgarle una mirada y perspectiva, si es que no renovada, al menos con tono reflexivo, a la que para algunos es causa de nefastas incongruencias en su vida y para otros, un deleite continuo. Pues bien, al pensar en aquella intangible y etérea esencia que nos corresponde intrínsecamente, nos trasladamos a un espacio a ratos enajenado, a ratos desencajante de nuestra vida, donde es probable que en más de una ocasión nos hayan surgido cuestionamientos como los siguientes: ¿por qué recordamos, qué memoramos y acaso no se puede señalar, por qué no podemos escoger lo que deseamos forme parte de nuestras evocaciones pasadas? En efecto, la memoria se nos escapa de las manos, se desvanece en el mar de la
El monte parnaso es el olimpo de los simbolistas No soy iconoclasta ni falso adorador de egolatrías Enamórate de la soleada claridad del día Invierte el tiempo, traspasa generaciones Sumérgete en la torre de marfil, lee, escucha y escribe lo que ves No te calles, lo peor que puedes hacer es silenciarte Tan sólo entra y serás bienvenido en mi torre de marfil No preguntes por mi nombre, ya lo sabrás de antemano Sólo sé tú, sigue tu camino y me encontrarás, si me estás buscando.