Si hay algo que me caractetiza es mi afán constante por escribir, esa ansiedad de no poder controlar ese impulso vital llevado al plano de la escritura, que se coinvierte en deseos, pasión, vida y muerte, en una conjunción de emociones. Por lo demás, no es algo que hago como se tiende a pensar del arte, por el mero placer de purificarme en el acto creativo, de purgar el egotismo individualizador que caracteriza a más de alguien que dedica su vida a aquello que ama. A veces y a menudo, pienso en que el arte es una forma de vida o más bien, es la vida misma y que está en continúo movimiento. Por ello suelo apreciar sobremanera a quiénes se dedican a él, a quiénes forman parte de esa magia y magnetismo de pocos, que sirve para llegar a muchos, aunque a ratos se ha transformado en seriedad intelectual. Conformidad o disconformidad no sé si es lo que siento en relación a ello, es un todo compacto, que debe transformarse en un acto de amor, amar a través del arte, entregarse a otro
El monte parnaso es el olimpo de los simbolistas No soy iconoclasta ni falso adorador de egolatrías Enamórate de la soleada claridad del día Invierte el tiempo, traspasa generaciones Sumérgete en la torre de marfil, lee, escucha y escribe lo que ves No te calles, lo peor que puedes hacer es silenciarte Tan sólo entra y serás bienvenido en mi torre de marfil No preguntes por mi nombre, ya lo sabrás de antemano Sólo sé tú, sigue tu camino y me encontrarás, si me estás buscando.