sábado, 16 de septiembre de 2017

Nachelle. (Microrrelato)

Nachelle. (Microrrelato)

Eran diez para las 7 de la tarde de un viernes 15 de septiembre.  Nachelle, mujer apasionada, vehemente y de un cuerpo de proporciones se columpiaba en el parquecito frente a la fábrica donde pronto debía reanudar su jornada laboral de temporada. Miraba al horizonte y de lejos se la podía divisar frágil, serena, contemplativa como remontándose a otros tiempos, lo que contrastaba con su figura robusta. Sus ojos miraban a la deriva, pero su mente la transportó a sus lejanas tierras y costas de Puerto Príncipe en su natal Haití.

Sus manos y pies se perdían en el ajetreo del mercado en el que tarareaba con su suave voz lo que parecía un murmullo silencioso. Su madre la había mandado a divisar la llegada de un buque para iniciar el cargamento de verduras y frutas  exóticas. Corrió  desplazándose por las angostas callejuelas, esquivando en pequeños saltos los restos de un día intenso de trabajo en el mercado. Una vez llegó al puente, se sentó en un muelle a esperar. Pasaron las horas y aún no llegaba la embarcación que esperaba con ansias su madre. 

El buque llegó y en medio de la agitación del gentío que subía y bajaba cajas y mercadería, un hombre ancho de cuerpo, manos grandes y fuertes la tomó por la cintura; y de espaldas, con la boca cerrada la niña dio un grito ahogado, pero la fuerza descomunal de las manos que la atenazaban, sudorosas y con hedor a puerto contuvieron su agonía. Cerró los ojos, dejándose arrastrar por la cintura. El recuerdo del dolor y sufrimiento regresaron a su mente. Nada más recuerda. La herida estaba abierta, como sus carnes en la niñez arrebatada y usurpada por los hombres de alta mar. Tenía 9 años, sus ojos, así como sus esperanzas no habían cambiado.

Faltaba menos, ya no era la frágil niña de ese entonces, en la profundidad de sus entrañas sabía que todo acabaría. En otro lugar acallaba el silencio una sirena. Eran las 7. Ya era hora, aquella llamada a la que aún no se acostumbraba estremecía su piel. Una lágrima surcó su rostro y una leve sonrisa despejó sus memorias. Pronto estaría con los suyos.

17 septiembre 2017, José Patricio Chamorro.

Pd: Inspirado en una haitiana que se columpiaba frente a una frutícola, esperando regresar a su jornada de trabajo y la inmigración en Chile.

Evanescecias. (16 septiembre 2014).


La vida, la propia, no depende de nadie más que uno mismo, en construcción continúa, por ello lo único que se tiene es el momento presente que debemos atesorar porque es la única oportunidad que se tiene de actuar. Lo demás es un futuro y pasado efímero que se desvanece.

He aprendido a que debo valerme de mi mismo y no depender de nadie para enfrentar la vida, que si se quiere triunfar y salir de lo cotidiano, hay que ir con la frente en alto y dejar huella de Alguna manera. No se puede transitar por esta vida como si nada, sin vivir intensamente, sin andar y desandar, sin recorrer miles de caminos, hasta escoger el propio y tomar nuestras propias decisiones, procurando que sea la mejor opción y si nos equivocamos, que sean errores de los cuales se aprenda, pero sobretodo ser auténticamente nosotros mismos.

A veces uno desea mucho en la vida, cuando se necesita tan poco en la vida para ser feliz, a veces menos es más. Hay que valorarse a sí mismo y los caminos se abrirán, ¿ se necesita acaso de otro para ser feliz?, sino se superan los propios obstáculos, la vida será una constante dependencia.

Aferrarse a la vida, a las cosas es tiempo perdido que no vuelve, lo material es necesario, pero sólo lo que tiene un verdadero valor para nosotros, es decir, aquello a lo que le otorgamos un valor simbólico. Aquello que ya no está es un falso recuerdo, pues debemos quedarnos con lo valioso de la vida, las experiencias y vivencias.

16 septiembre 2014.

Mi arte poética

Arte poética (José Chamorro)

Escribo desde el alma que aniquila la razón y no de sin razones del corazón deseadas. Escribo porque nací poeta en una generación ...