Sin duda alguna cada vez se ha hecho más patente en los centros educativos y universidades, diversificar las herramientas, metodologías y estrategias de enseñanza por parte de los docentes y generar así espacios que atiendan aulas cuyas realidades diversas requieren de una actualización continúa. Sin embargo, el tema va más allá de lo metodológico, sino que requiere la presencia de una cultura social e interna en los centros educativos que apele al reconocimiento fundamental de una serie de valores, tales como el respeto, equidad, empatía y trabajo en equipo. En otras palabras, una educación de calidad que atienda a la diversidad debiese ser íntegra por antonomasia, consolidándose en un modelo valórico, crítico y reflexivo sobre sus propias prácticas organizativas y actuantes dando respuestas concretas a las necesidades de sus estudiantes que conlleva una particular manera de repensar y comprender el sistema educativo formal: “la inclusión es pues, ante todo, una cuestión de valores,
El monte parnaso es el olimpo de los simbolistas No soy iconoclasta ni falso adorador de egolatrías Enamórate de la soleada claridad del día Invierte el tiempo, traspasa generaciones Sumérgete en la torre de marfil, lee, escucha y escribe lo que ves No te calles, lo peor que puedes hacer es silenciarte Tan sólo entra y serás bienvenido en mi torre de marfil No preguntes por mi nombre, ya lo sabrás de antemano Sólo sé tú, sigue tu camino y me encontrarás, si me estás buscando.