Callaron los bohemios para escuchar al pobre adolescente que, apurando las copas de rojo néctar hasta el borde llenas, posó la mano sobre su alba frente y en este canto moduló sus penas: Aun, de la mañana de mi vida las auras aspirando, y allá en el fondo oscuro de mi pecho mi corazón, henchido de esperanza, la fría decepción su presa ha hecho. Jamás soñé que escrita estaba en los designios del destino la muerte de mis sueños, único bien del pobre peregrino; de las bellas quimeras del mañana, forjadas en la luz del idealismo, cuando me detenía ante el abismo de la miseria humana. Despreciaba el amor de las mujeres porque mi madre me contaba aún niño, el desgraciado fin de algunos seres a quienes dio la muerte este cariño; y trágicas historias en que flotan genios arrebatados a la vida por el rojo puñal de la venganza o el sangriento revólver del suicida! Y en el desordenado torbellino
El monte parnaso es el olimpo de los simbolistas No soy iconoclasta ni falso adorador de egolatrías Enamórate de la soleada claridad del día Invierte el tiempo, traspasa generaciones Sumérgete en la torre de marfil, lee, escucha y escribe lo que ves No te calles, lo peor que puedes hacer es silenciarte Tan sólo entra y serás bienvenido en mi torre de marfil No preguntes por mi nombre, ya lo sabrás de antemano Sólo sé tú, sigue tu camino y me encontrarás, si me estás buscando.