“Pensamiento,” “Interioridad” y “Stream of consciousness”; En la novela La señora Dalloway, Virginia Woolf.
Como refiere el título del presente
ensayo, se busca ante todo poder indagar un tanto más en los pensamientos de
Miss Dalloway, entendiendo por éstos su “interioridad” y “consciencia”, a
través de la cual se busca clarificar quién era, qué sentía y quizás esbozar
por qué lo sentía, a su vez visualizar cómo éste se va configurando, abarcando
sus miedos, anhelos, recuerdos y cómo éste es un motor que conlleva
determinadas acciones, repercutiendo en la relación con los personajes que la
rodean o la han circundado a lo largo de su vida, como lo fue, por ejemplo,
Peter Walsh su amor de juventud.
Para
comprender mejor lo anterior, se torna necesario señalar la técnica narrativa
empleada por Woolf, que funciona en tanto procedimiento narrativo y como una
forma de interiorizarnos en los personajes, con ello me refiero a la corriente
de la consciencia o en su versión inglesa “stream of consciousness”; Por lo demás no existe una versión
unívoca de ésta, sino que es amplia y variada, poseyendo algunos matices
distintivos, como ha señalado la crítica literaria: “Las técnicas narrativas en proceso de
experimentación constante son una característica fundamental del estilo de la
narrativa del “stream of consciousnes”. En principio se puede decir que las
técnicas utilizadas por cada autor que emplea el “stream of consciousness” es
diferente aunque se pueden agrupar en cinco distintas: el monólogo interior
directo, el monólogo interior indirecto, la descripción omnisciente, el
soliloquio y el verdadero “stream of consciousness”. Las cuatro primeras
técnicas se pueden confundir con esta última, puesto que también se encuentra
cerca del inconsciente. “[1]
Específicamente en la novela,
La señora Dalloway, Woolf, empleará ante todo la variante del monólogo interior
indirecto, vale decir, hay presencia de un narrador en tercera persona, quien
nos va relatando lo que sucede en la consciencia de los personajes: “En la novela que tomamos como ejemplo se
puede ver partes extensas de descripción y narración convencional mezcladas con
el monólogo interior indirecto que produce efectos incoherentes y desconectados
en apariencia dentro de una narrativa en la que se ha dejado fluir a la
consciencia que, pese a todo, va a aparecer como algo coherente. Así, los
significados y las referencias surgen como vagas e inexplicables pero regidas,
aunque no lo parezca, por un patrón y un fluir interno que ordena la caída de
los pensamientos.”[2]
Pero al hablar de estas
categorías es preciso en un primer término hacer referencia al contexto en el
cual se sitúa la novela, pues se genera una marcada influencia de las
tendencias psicológicas del momento, específicamente del psicoanálisis
freudiano, el que ayudará a Woolf a ahondar en la consciencia de sus
personajes, aunque no sólo fue Woolf quien utilizó la técnica de la corriente
de la consciencia basada en las teorías psicológicas contemporáneas que
dominaron el primer cuarto del siglo XX, pues ella pertenecía a un grupo de
selectos intelectuales denominados el “Grupo de Bloomsbury”, quienes como citaré a continuación
poseían una visión mancomunada intelectualmente hablando: “Dentro de este contexto
podemos pensar en el Grupo de Bloomsbury, imbuido en la Psicología y los
avances del momento y, que surge, como un grupo de personas de pensamiento
privilegiado dentro de la primera mitad del siglo XX en Gran Bretaña y que
afecta, creemos que muy consciente e inconscientemente, a la obra de nuestra
autora. El círculo de amigos y de especialistas en varias materias diferentes
que fue Bloomsbury dio que hablar en los movimientos reivindicativos del
momento, como el movimiento feminista que apoya Woolf en su novela Three
Guineas (1938) o el
caso de Maymard Keynes y sus teorías económicas.”[3]
¿Pero
quiénes eran los integrantes que constituían este emergente grupo intelectual?,
¿Dónde se reunían y qué los motivaba?: “El Grupo se acogió en la familia de Sir Leslie Stephen que,
al fallecer en el año 1904, sus cuatro hijos deciden abrir una casa en el 46 de
Gordon Square en Londres, que se convierte en el lugar de reunión de sus amigos
intelectuales. A la casa asisten Vanessa y Virginia Stephen, los amigos de su
hermano Thoby, que conocerá a varios de los intelectuales denominados los
Apóstoles de Cambridge, una sociedad de discusión intelectual “secreta” que se
reunía para discutir asuntos del momento. Los apóstoles habían evolucionado de
ser un grupo de jóvenes con intereses metafísicos e idealistas a un grupo
satírico que ironizaba sobre la sociedad y muchos de sus miembros de manera muy
desapasionada.”[4]
Así
como se ha hecho alusión a las técnicas narrativas empleadas, el contexto
epocal, social e intelectual, no se pueden soslayar algunos elementos que
resultan de sumo interés y que son de gran aporte para profundizar aún más
aguda y acuciosamente en la mente de los personajes, con ello me refiero al uso
de “flashbacks”, es decir, habrá un juego e interacción con la temporalidad que
ineludiblemente nos conllevan al pasado, son remembranzas breves de lapsus
temporales que relacionan a la protagonista con personajes secundarios, que,
sin embargo, han sido relevantes en su vida, tanto en su pasado como en el momento
actual: “Son todos caracteres condicionados por la infancia, quizás como su
propia vida, al estilo freudiano, por lo que sus personajes vuelven de manera
constante al pasado. Tiene importancia la perspectiva, en la que los objetos
más insignificantes, se analizan desde puntos de vista complementarios en una
discontinuidad temporal que es una característica de su obra y, como no, de
todo el post-modernismo.”[5]
Tampoco
podemos olvidarnos que la literatura en el siglo XX estuvo muy influenciada por
el cine y viceversa, pues hubo un sinnúmero de experimentaciones de esta
índole, ante todo en lo referente a las vanguardias europeas, donde el
surrealismo, el expresionismo e impresionismo acapararon sin lugar a dudas
sobremanera el área cinematográfica, valiéndose de técnicas visuales, es así
que no nos debe sorprender focalizaciones y perspectivas de cámara, pues en
conjunto con una visión psicoanalítica de los personajes, permiten un juego
visual bastante llamativo, así se nos presentan en las novelas de Woolf: “Sus
técnicas narrativas son fílmicas y en ellas los argumentos se cortan para
formar historias casi tridimensionales en las que el léxico empleado está lleno
de intimidades, esto es, pleno de lirismo poético. Se refleja la vida interior
de los personajes como si la cámara que filma a los seres humanos pudiese
entrar en nuestro interior y vernos. Este entorno interior se muestra cansado
de sociedades en guerra, de imposibilidades de conocer o, aun, hablar con
nadie, de frivolidades y de desaprobaciones sobre lo que está pasando.”[6]
Retornando
la mirada al procedimiento narrativo del “stream of consciousnes”, cabe referir
cuál era el propósito de Woolf al emplear esta técnica y en su postura de
crítica literaria, se nos refiere: “Ella desea formular las
posibilidades y los procesos de la realización de la verdad que, para la
autora, parece algo inexpresable físicamente ya que sólo puede expresarse al
nivel de la mente. Esto parece claro en sus tres novelas del “stream of
consciousness”, Mrs. Dalloway, To
the Lighthouse y The
Waves.”[7]
Según lo
planteado precedentemente, los estudios de la mente y la consciencia de los
personajes se volverán un tema troncal y fundamental en sus novelas,
principalmente en las tres ya mencionadas, caracterizándose por elementos como
los que apuntaré a posteriori: “Sus protagonistas tienen momentos de visión no como si fuesen unos
místicos orientales sino porque Woolf piensa que lo más importante en la vida
es la búsqueda de los significados y de la identidad propia. En esta búsqueda
aparecerá un camino personal que cada personaje, como en el caso de Clarissa
Dalloway, va a recorrer entre símbolos personales de su antes y de sus momentos
presentes que le hacen expresar su visión íntima de la realidad, de la
subjetividad y de la vida. Este deseo se igualará a la actividad psíquica que
si no es consciente habrá que buscarla cada vez más en el fondo de la
consciencia, por lo que nuestra autora recurrirá siempre a personajes muy
sensibles y capaces de buscar esta actividad psíquica en sí mismos a través del
“stream of consciousness”. Por eso, la señora Dalloway va a buscar su identidad
de una manera bastante mística hasta llegar a la verdadera visión y a rozar una
sensibilidad impresionista y consciente de los colores, de los sonidos, de las
formas y del espíritu humano en búsqueda. ”[8]
Como
se ha dado cuenta hasta acá, las novelas de Virginia W. ahondan ante todo en la
psicologización de los personajes, volviéndose esta rama de las ciencias
sociales y que cobra su auge en el siglo XX, un punto central para comprender
las subjetividades de éstos, pero ante todo inmersos en un contexto social que
abate al ser humano, que aniquila su interioridad, como lo es el período de
guerras, pues así se ven enfrentados en tanto individuos, ante un mundo que es
por sobretodo, adverso: “Sus personajes que tienen casi siempre la idea de ser un viajero
solitario dentro de un mundo, como decimos, metafísico. Sus personajes siempre
están problematizados en el sentido de que son incapaces de reconciliar sus
actos, es decir, su actividad con sus ideales y deseos. Casi siempre, sus
caracteres tienen ciertos delirios o alucinaciones que oscilan entre la
grandeza y el fanatismo psicológico que los enferma o los descoloca de su
contexto real. Esto quizás se deba a una represión de sentimientos y a la
dureza y experiencias caóticas de un contexto que, para Woolf, rechaza al ser
humano.”[9]
Tras la referencia de las técnicas
empleadas por la autora, se puede hablar que desde el primer momento de la novela, “La señora Dalloway” de Virginia
Woolf, se nos comienza a figurar la interioridad de Miss Dalloway, pues
conoceremos sus pensamientos, los que serán referidos por un narrador en
tercera persona. De este modo, éste será el motor que dará paso a diversas acciones
y ante todo, las decisiones que ésta tome, conllevarán sus determinados
efectos, así comienza la historia: “La señora Dalloway decidió que ella misma
compraría las flores.”[10]
Lo anterior desde un principio nos da cuenta, aunque aparezca sólo tangencialmente,
la personalidad constitutiva de Miss Dalloway, pues se puede inferir que ella
es una mujer independiente y que es dueña de sí misma y sus decisiones, por lo
demás ella se encargaba de dirigir y de organizar un evento, el cual todavía
desconocemos.
A
continuación se nos presenta un acto de habla del tipo expresivo, según las
tipologías discursivas planteadas por Roman Jacobson, pues ella a través de su
pensamiento expresará una sensación, la que le evoca una imagen paradisíaca y
agradable que citaré consiguientemente: “Y
entonces Clarissa Dalloway pensó: qué
mañana diáfana, cual regalada a unos niños en la playa.”[11]
Luego, tras abrir las bisagras y salir al aire libre, nuevamente manifiesta su
interioridad a través de la expresión de su sentir, lo que efectúa a través de
actos de habla retóricos, específicamente empleando la figura literaria de la
comparación: “¡Qué fresco, qué calmo, más silencioso que éste, desde luego, era
el aire a primera hora de la mañana. .
.! como el golpe de una ola; como el beso de una ola”.[12]
Por otra parte, era embargada por un presentimiento, el que le rondaba
ineludiblemente, era un mal presagio, temía por algo que iba a suceder.
Posteriormente,
accedemos cada vez más profusamente a los recuerdos de Clarissa Dalloway, donde
se nos presentan primordialmente elementos traspasados por un valor emotivo y
que la vincula con uno de los personajes protagónicos del relato, me refiero a
Peter Walsh y de esta manera nos formamos una identidad de aquél, al mismo
tiempo que nos hacemos una idea del tipo de relación establecida entre ambos,
pues Clarrisa refiere que lo que uno recordaba de él eran: “Sus dichos, sus
ojos, su cortaplumas, su sonrisa, sus malos humores, y, cuando millones de
cosas se habían desvanecido totalmente .¡qué extraño era!., unas cuantas frases
como ésta referente a las verduras.”[13]
El narrador, a continuación nos relata, si bien
no lo que pensaba Clarissa, al menos sí las acciones que realizaba, que en sí
al igual que su forma de pensar, la caracterizaba, pues su caminar era el
propio de una señora, lo hacía de manera muy erguida. Podríamos señalar a su
vez que el narrador es del tipo omnisciente, ya que conoce los pensamientos y
sentimientos de nuestra protagonista y, particularmente cómo se sentía en su devenir
por la ciudad, lo que ésta le provocaba: “Una siente, incluso en medio del
tránsito, o al despertar en la noche, y de ello estaba Clarissa muy cierta, un
especial silencio o una solemnidad, una indescriptible pausa, una suspensión
(aunque esto quizá fuera debido a su corazón, afectado, según decían; por la
gripe), antes de las campanadas del Big Ben.”[14]
Por otro lado, su experiencia de estar en la
ciudad, pero no cualquier ciudad, sino que el corazón de Londres mismo, le
producía una serie de sentimientos positivos, de bienestar, ella amaba la vida,
amaba esa ciudad, pues se denota en la descripción que hace de ella, aunque
tamizada por su interioridad: “Sí, porque sólo Dios sabe por qué la amamos
tanto, por que la vemos así, creándose, construyéndose alrededor de una,
revolviéndose, renaciendo de nuevo en cada instante; pero las más horrendas arpías,
las más miserables mujeres sentadas ante los portales (bebiendo su caída) hacen
lo mismo; y tenía la absoluta certeza de que las leyes dictadas por el Parlamento
de nada servían ante aquellas mujeres, debido a la misma razón: amaban la vida.
En los ojos de la gente, en el ir y venir y el
ajetreo; en el griterío y el zumbido; los carruajes, los automóviles, los
autobuses, los camiones, los hombres-anuncio que arrastran los pies y se
balancean; las bandas de viento; los organillos; en el triunfo, en el
campanilleo y en el alto y extraño canto
de
un avión en lo alto, estaba lo que ella amaba: la vida, Londres, este instante
de junio.”[15]
Cabe resaltar nuevamente la técnica narrativa empleada a lo largo de la
obra, pues estamos inmersos en una clara corriente de la consciencia, la que
sin lugar a dudas le otorga una perspectiva distinta a la manera de relatar los
hechos, es así que se puede hablar inclusive de una mirada o pensamiento
caleidoscópico, ya que de un pensamiento pasamos a otro continuamente, pero
siempre imbricados, como se verá a continuación: “Este
instante de junio. Sí, porque el mes de junio estaba mediado. La guerra había
terminado, salvo para algunos como la señora Foxcroft que anoche, en la
embajada, se atormentaba porque aquel guapo muchacho había muerto en la guerra
y ahora un primo heredaría la antigua casa solariega; o como Lady Bexborough
quien, decían, inauguró una tómbola con el telegrama en la mano, John, su predilecto, había muerto en la
guerra: pero había terminado; a Dios gracias, había terminado. Era junio.”
Precisamente, como podemos comprobar en el
párrafo precedente el hilo conductor de los pensamientos que se encuentran
interrelacionados es el mes de junio, ya que éste conecta a cada uno de ellos
desde principio a fin, permitiendo así una continuidad, ya que junio era el mes
que Clarissa amaba, pero al mismo tiempo era el mes en que la guerra había
terminado y de la guerra, pasa a otro personaje de la novela, la señora
Foxcroft y así sucesivamente, inclusive se establecen dobles enlaces, pues hay
una juntura entre la guerra y el muchacho que murió en ella, que lamentaba la
señora Foxcroft, hasta amalgamarse todo lo anterior, en la imagen de la guerra.
Nuevamente Clarissa visualizará en su mente la
imagen de Peter Walsh, es decir, si bien actualmente no estaban juntos, aún
quedaban resabios de otros tiempos junto a él. Sus recuerdos con él a ratos eran
agradables, a ratos no tanto y, de este modo iremos descubriendo el tipo de
relación que mantenían, inclusive nos percataremos que estaban ad portas de
casarse, no obstante, por diversos motivos, finalmente Clarissa y, ante lo cual
no se arrepiente, decidió no hacerlo:
“Sin
embargo, de repente a Clarissa se le ocurría pensar: ¿qué diría Peter si
estuviera conmigo?; ciertos días, ciertas imágenes le devolvían a Peter
con paz, sin la antigua amargura; quizás esto fuera la recompensa de haber
comenzado a amar a la gente; y regresaron las imágenes de una hermosa mañana en
el centro de St. James Park, sí, realmente regresaron. Pero Peter, por hermosos
que fueran los árboles, o el césped o la niña vestida de color de rosa, no veía
nada. Si Clarissa se lo pedía, Peter se ponía las gafas; y miraba. Lo que le
interesaba era el estado del mundo; Wagner, la poesía de Pope, el carácter de
las gentes eternamente, y los defectos del alma de Clarissa. ¡Cómo la reñía!
¡Cómo discutían! Clarissa se casaría con un primer ministro y permanecería en
pie en lo alto de una escalinata; la perfecta dama de sociedad, la llamó Peter
(por esto lloró en su dormitorio), tenía las hechuras de la perfecta dama de
sociedad, decía Peter. Por esto, Clarissa se encontró todavía discutiendo en
St. James Park, todavía convenciéndose de que había acertado, como realmente acertó
al no casarse con Peter.”[16]
Consiguientemente se nos
aclara aún más el panorama y nos percatamos de las verdaderas razones por las
cuales no se casaron y, además somos partícipes de que Clarissa dentro de todo
sí sé casó, sin embargo, no con Peter, sino que con Richard, donde deja
claramente establecidas las diferencias entre ambos, pues uno atiborraba los
espacios, mientras que el otro le daba una cierta independencia, que marcaba la
diferencia.
En la medida que avanzamos en la
novela llegamos a un punto donde se reencuentran Clarissa Dalloway con Peter
Walsh, después de años sin verse, ambos habían envejecido, no obstante, aún
mantenían rasgos distintivos, así el narrador al igual que al principio de la
novela, se interioriza en la mente de los personajes y, de este modo podemos acceder
a conocer sus pensamientos y sensaciones: “(Lo dijo
pensando que era indignante que la interrumpieran a las once de la mañana del
día en que daba una fiesta.) Había oído pasos en la escalera. Oyó una mano en
la puerta. Intentó ocultar el vestido, como una virgen protegiendo la castidad,
resguardando su intimidad. Ahora la manecilla de bronce giró. Ahora la puerta
se abrió, y entró. . . ¡durante un segundo no pudo recordar cómo se llamaba!,
tan sorprendida quedó al verle, tan contenta, tan intimidada, ¡tan
profundamente sorprendida de que Peter Walsh la visitara inesperadamente
aquella mañana! (No había leído su carta.)”.[17]
Sin embargo, no sólo accedemos a los pensamientos de Clarissa, en esta
ocasión, también a los de Peter: “Ha envejecido,
pensó Peter Walsh sentándose. No le diré nada, pensó, porque ha envejecido. Me
está mirando, pensó, bruscamente dominado por la timidez, a pesar de que le
había besado las manos. Se metió la mano en el bolsillo, sacó un cortaplumas
grande y lo abrió a medias. Exactamente igual, pensó Clarissa; el mismo extraño
aspecto; el mismo traje a cuadros; su cara parece un poco alterada, un poco más
delgada, un poco más seca quizá, pero tiene un aspecto magnífico, y es el mismo
de entonces.”[18]
Tras esta sucesión rápida e inesperada de
acontecimientos logramos finalmente llegar a incorporar a otro personaje, que
ya no se encuentra entre ellos, pues me refiero al padre de Clarissa quien se
encontraba muerto hace años y que Peter rememora en medio de la conversación y,
nuevamente se nos presentan estas imágenes a través de la utilización de
flashbacks: “Y recordó desayunar solo, muy intimidado, con el padre de
Clarissa; y el padre había muerto; y Peter Walsh no había escrito a Clarissa.
Pero la verdad era que nunca se había llevado bien con el viejo Parry, aquel
viejo y flojo quejumbroso, el padre de Clarissa, Justin Parry.”[19]
Culminantemente, se puede apreciar a través de
la relación entre Clarissa Dalloway y Peter Walsh, cómo se desencadenan los
acontecimientos en su vida y en su mente, pues hemos accedido a sus más
recónditos recuerdos y sinsabores, que han atormentado por años a esta pareja
que nunca llegó a ser y cómo en un día de junio en un distrito londinense el
pasado vuelve a resurgir de las cenizas de un amor irrealizado, donde ha
quedado la imagen patente de una pasión no concretada.
[1] El mundo narrativo de Virginia Woolf. Estudio de Mrs Dalloway. Jose L. Caramés Lage Universidad de Oviedo.
[2] Ibídem.
[3] Ibídem.
[4] Ibídem.
[5] Ibídem.
[6] Ibídem.
[7] Ibídem.
[8] Ibídem,
[9] Ibídem.
[10] La señora Dalloway,
Virginia Woolf. Edición digital, Argentina. Pp. 3. www.infotematica.com.ar
[11] Ibídem.
[12] Ibídem.
[13] Ibídem.
[14] Ibídem.
[15]Ibídem. Pp. 3-4.
[16] Ibídem. Pp. 5-6.
[17] Ibídem. Pp. 30.
[18] Ibídem.
[19] Ibídem. Pp. 31.
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