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La travesía.



Hace veinticinco años comencé un viaje por esta vida, dependiendo de cómo se mire, es un cuarto de siglo. Cuántas experiencias más me quedarán por vivenciar, sólo el tiempo dirá. Sin embargo, a veces este lapsus para quiénes llevan más tiempo transitando por esta tierra, es aún breve, pese a que en lo personal a veces he sentido que dada la intensidad, pareciesen muchos más. En los últimos cinco años se me ha vuelto tradición escribir este día algunos pensamientos o reflexiones sobre lo que he ido aprendiendo en este camino, por este peregrinar y hoy no es la excepción. La palabra más precisa que encontré para retratar esta experiencia fue como si fuese una “travesía”. Así es, ha sido una aventura inesperada donde se van tomando decisiones al andar, cada una con sus repercusiones y consecuencias, donde inclusive los errores son parte de ella y hay que saber asumirlos. Sobretodo puedo decir que he sido feliz por cada una de las personas que han formado parte de ella, muchas con las cuales hace unos diez años atrás no esperaba conocer, pues la gran mayoría de ellas las he conocido dado mi pasión personal por las letras, ese maravilloso arte que mueve a cada vez más personas en el mundo y permite que se conecten, encuentren y rencuentren, por ello éste es mi regalo para cada uno de ellos; mis palabras.

Siento en primera instancia que aún me encuentro en etapa de formación, tanto intelectual, emocional como experiencialmente, que me queda un millar de cosas por hacer y aprender de cada una de estas maravillosas personas. Agradezco a la vida los buenos amigos que he tenido, sus consejos, apoyo e incluso cuando he cometido errores, que debo reconocer no han sido pocos. Pero en realidad he concluido que siempre aquello ha terminado siendo para mejor, ya que en muchos casos no los hubiese podido conocer en esta vida. También agradezco a quiénes me han acompañado en estos procesos de descubrimiento literario, a desarrollar una voz propia, a mis maestros y consejeros amigos. El camino no ha sido fácil y la vida cada vez me pone nuevos desafíos. No obstante, jamás me he dado por vencido y cada nueva batalla he intentado afrontarla dando lo mejor de mí. Cuando tenía diecisiete años decidí seguir mis convicciones, pues siempre he sido muy llevado a mis ideas y nunca me he arrepentido, estudié literatura y actualmente pedagogía por vocación y por creer en los cambios que como sociedad se pueden hacer a través de ellas, de la escritura misma, que a la vez se ha convertido en una huella en este andar.

Sé que no será fácil, pero poseo la convicción que los futuros proyectos serán cada vez más desafiantes y tendrán cada vez más impactos, pero ante todo que serán hechos con amor, entrega y dedicación. Pondré mis capacidades y habilidades al servicio de ellos para que surjan y brillen por sí mismos, para que alienten a las futuras generaciones a ser personas socialmente críticas, autónomas y libres, donde la libertad de expresión sea una de las máximas a seguir. Creo en el arte como liberación, como catarsis que nos permite ahondar en lo más profundo de las emociones humanas y en la nobleza de quiénes dedicamos nuestra vida a ello. Espero que cada día obtenga una cuota más de sabiduría a medida que transcurran los años, poder viajar y conocer otras culturas de las cuales imbuirme, para así estar mejor preparado para la vida y dar siempre lo mejor. No me queda más que agradecer desde este lenguaje, estas palabras improvisadas mi sentir ante una sociedad y una vida que clama atrevernos a ser felices, a disfrutar cada día como si fuese el último de nuestra existencia, pero ante todo a no dejar que aquello que contamina nuestras almas, cuerpo y mente destruyan la riqueza más significativa del ser humano. Su propia vida.


Pd: Quizás las palabras aisladas parezcan pequeñas ante el mundo, pero con pasión son capaces de crear universos. José Chamorro, 23 de julio del 2016.

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