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Reescritura viaje Bolivia - Argentina – Paraguay.

 

El siguiente relato es una reescritura, a través de los intersticios de mi memoria, acerca de experiencias de viajes vividas en el verano del año 2020, a fines de enero. Si bien estuve viajando durante mes y medio entre 7 países; a saber, Chile, Perú, Ecuador, Bolivia, Argentina, Paraguay y Uruguay, por aire y tierra; este relato solo toma en consideración algunos de los recuerdos entre Bolivia – Argentina – Paraguay.

 

Comenzaré esta historia fragmentada que se remonta al caluroso verano del 2020, antes que la pandemia azotara a Latinoamérica. Después de un recorrido de un mes por Perú y Ecuador (Guayaquil); me dispuse a recorrer Bolivia, pasando por las empinadas calles de La Paz, donde pude conocer la ciudad de extremo a extremo gracias a los teleféricos y donde me encontré con coterráneos y a su vez, conocí a una chica boliviana, quién residía en España, pero que andaba visitando a su familia por esos días y que, afablemente me mostró los lugares más populares de la ciudad con su gastronomía y cultura. También visité Sucre, la ciudad blanca, que desde su portal clásico resultaba imponente, donde recorrí sus calles, festividades locales y me aventuré a salir con un guapo boliviano. En contraste, visité Potosí, donde se apreciaba el pasado minero y, pese a la explotación y colonización vivida (de lo que pude informarme en el circuito cultural por la Casa de la moneda) y, que, tras salir de sus muros a la calle, se encontraban en plena celebración del día de pago minero, sollocé de sentimientos encontrados por tanta felicidad y alegría, pese a la pobreza y sufrimiento vivido en tantas generaciones.

Luego, continúe mi viaje hasta llegar a Uyuni, donde exploré el hotel de sal, sus salares, ferrocarriles de antaño y tomé un tour con una familia que venía de otras zonas de Bolivia, donde recorrimos una amplia diversidad de bellos paisajes protegidos e incluso estuvimos en termas y géiseres. Sin embargo, aquello que probablemente hasta el último día retendré en mi retina, fue la experiencia del tour nocturno, donde me levanté a las 5 am, para poder apreciar la vía láctea y, posteriormente el amanecer reflejado en el salar de Uyuni. Finalmente, mi último destino boliviano fue Santa Cruz de la Sierra, donde nuevamente conocí a una coterránea chilena, también profesora de español, quién se había dispuesto a pasar sus vacaciones en Bolivia. Ella resultó ser muy sociable y se había hecho amiga de un chico nicaragüense con quién estuvimos compartiendo en un hostal por tres días y donde pudimos degustar la gastronomía local, conocer museos y zoológicos de la zona.

Sin embargo, era momento de continuar con mi travesía, así que ella me acompañó a comprar el boleto hacia Paraguay, que era mi próximo destino. No obstante, no estaban disponibles agencias de viaje directo hacia allá, lo que inesperadamente y por pecar de inocentes, me llevaron a comprar tickets en una agencia boliviana, que como después me enteraría, revendían los pasajes a precios más caros y con tramos más cortos en los que debía hacer transbordo, lo cual en sí era una estafa. Pese a ello con los tickets revendidos, vivencié una travesía no exenta de altibajos, pero sin duda, más emocionante en el paso fronterizo de Bolivia- Argentina, evitando el chaco paraguayo.

Una vez dentro del primer bus rumbo a la aventura; me aguardaban varias horas de noche viajando, donde según lo pronosticado llegaríamos de madrugada; aun así, todavía acontecerían situaciones inesperadas. Antes de llegar a nuestro destino, el bus paró de frentón, ya que nos habíamos topado con un paro nacional de camioneros, lo cual no solo a mí, sino que a todos, no nos quedó otra opción más que cruzar caminando un par de kilómetros hasta la ciudad más próxima, que era Villamontes. Una vez allí, ya de madrugada, gracias a unas chicas de buena voluntad en una bencinera, me dieron el contacto de un taxi a quiénes ellas mismas llamaron telefónicamente. De momento había sorteado los primeros obstáculos, pero como no tenía más sencillo para pagar, tuve que buscar un cajero automático en Villamontes y poder pagar el viaje al taxista, quién me llevó a una parada desde donde salían varios minibuses compartidos, que me llevarían hasta la aduana boliviana-argentina en el paso fronterizo Yacuiba- Mazza.

Allí me esperaba una mujer hacia el lado argentino, contratada por la agencia de viajes, para que me entregara el ticket para el siguiente transbordo, pero como si fuera poco, además de la fila eterna de la aduana; al parecer por ser chileno, me llamaron los policías de la aduana a una cabina, donde me interrogaron por los motivos de mi viaje, vieron cuánto efectivo llevaba, donde dado mis escasos recursos económicos en efectivo, tuve que explicarles que llevaba más dinero en mis tarjetas de crédito; ante lo cual en apariencia no hubo mayores problemas, pero aun así quisieron revisarme y, aunque guapos ambos, lo que resultaba atractivo, me pusieron en una incómoda situación, ya que uno de ellos me palpó de arriba abajo, deteniéndose en mis glúteos efusivamente, registrando para ver si llevaba droga u otros estupefacientes. Luego que esos policías de manos largas o agentes argentinos me dieron el vamos, pude continuar con mi travesía para encontrarme definitivamente en el lado porteño.

El nombre de la ciudad en el sitio argentino era Mazza o también conocido como San José de Pocitos en la provincia de Salta, pero como no tenía dinero en efectivo en moneda local y mi celular se estaba descargando, tuve que apearme a esperar el bus para el cual faltaban dos horas y aún no había desayunado. Aunque la situación resultaba precaria, la providencia todavía estaba de mi lado y fue allí fue que me encontré a un joven hijo con su madre que eran venezolanos recorriendo Latinoamérica con quiénes no solo entablé una conversación, sino que me compraron un desayuno sin esperar nada a cambio, apiadándose de mi situación  como extranjero en una ciudad desconocida en la cual no servían las tarjetas de crédito, al menos mientras esperaba el bus en la terminal.

Luego, cumplido el tiempo de espera estipulado, pude tomar el minibus de acercamiento, que me dejó en una parada en la zona más septentrional de la argentina en pleno descampado, donde había una bencinera en desuso y una garita de carabineros.  En aquella parada argentina tuve que esperar varias horas, dado que el bus que me llevaría a Asunción en Paraguay venía retrasado; ante la incómoda espera en plena carretera con un calor dantesco, donde transitó mucha gente en el transcurrir de las horas, aproveché de leer y releer Cumbres borrascosas de Emily Brontë. Al menos en ese lapso, me sentí acompañado por los policías de la garita de enfrente, aunque como todo era un sitio baldío, cuando tuve la necesidad de ir al baño, no tuve más opción que ir hacia aquella bencinera desolada, pero más allá de la trastera que era, aún los servicios funcionaban.

Finalmente llegó el bus que me llevó hacia Asunción, donde para compensar la estafa boliviana por los tickets, bebí todo el café que pude y que estaba a disposición. Luego de una larga noche, paramos en un local de comida en cuya ciudad desconozco y allí pude acceder a un cajero automático argentino y con ello poder comprar una milanesa, que fue mi sustento hasta llegar a Paraguay. Sumando y restando, esta travesía había resultado interesante (se me había olvidado mencionar, que en el primer bus de acercamiento entre aduanas me había ido sentado con otro migrante, cuya conversación fluyó entre sus viajes, recorridos y recomendaciones para cuando llegara a la capital paraguaya).

Un nuevo día comenzó y la suerte estaba de mi parte, brillando como el oro, pues un caballero le consultó una dirección a una chica paraguaya y, dado que no tenía idea en dónde estaba parado aún, me atreví a consultar por recomendaciones dónde hospedarme en la ciudad y ella, amablemente y con gran confianza me dijo que la aguarda en la terminal, ya que ella iría a buscar su auto. Confié en ella y, efectivamente me llevó en su auto a almorzar gratuitamente en su casa y durante la semana que pasé en Asunción, me llevó a conocer parques, tomar fotos turísticas, incluso cuando tuve alguna cita, ella me iba a buscar y a dejar al hotel céntrico donde me hospedé. Visitamos museos y en las noches salíamos a probar la gastronomía de la zona.

Continuará…

 

José Chamorro, 21 de julio del 2024.

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