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El origen del lenguaje, una facultad inherente al ser humano.




“Con razón se ha considerado esta facultad como una 
de las principales distinciones 
entre el hombre y los animales”. 

Charles Robert Darwin (1809-1882). 

En el presente trabajo, se pretende aunar diversos criterios y teorías para acercarnos a una posible explicación, sobre el origen del lenguaje, entendiéndose éste, como una facultad propia del ser humano, tal cual podemos reconocer como característica, ya formulada desde Darwin, apuntada en el epitafio. Por lo tanto, al comprenderla como tal, es preciso señalar que éste ha sufrido un proceso evolutivo paulatino, en el cual se fueron sucediendo distintas etapas, con sus consecuentes características, que dieron paso a una evolución cada vez mayor, hasta llegar finalmente, a la especie actual. Por ello, es primordial periodizar sobre los distintos linajes que hicieron factible la evolución y cómo se constituyó finalmente el lenguaje, en concordancia con otros procesos evolutivos. 

Es así que continuando con el planteamiento anterior, es menester situarnos en el origen de la bifurcación del desarrollo de nuestro linaje, vale decir, en el momento en que a través de cambios y conductas determinadas, se generó un nuevo eslabón en la cadena evolutiva, y el primero de ellos aconteció alrededor de unos 4 millones de años; “la estructura de los fósiles de huesos largos de las extremidades demuestra que, a diferencia de los gorilas y chimpancés, aquellos seres caminaban habitualmente erguidos en dos patas. Esa posición erecta liberó sus brazos y les permitió usarlos para hacer otras actividades, de las cuales la construcción de herramientas demostró a la larga ser la más importante”[Pie de página]. Estas variaciones en el estilo de vida, conjugadas con un proceso de supervivencia, donde para satisfacer las necesidades vitales, se tornaba necesario, comunicarse y manifestar sensaciones en una colectividad, generarán diferencias sustanciales, en lo que podemos considerar estrictamente animal y una analogía con la conducta humana, puesto que este nuevo linaje, comenzará a desarrollar lo que se conoce como cortex cerebral[Pie de página], área, que cumple las funciones cerebrales más especializadas, entre ellas la que implica el desarrollo del lenguaje y, como tal, provocará que este nuevo linaje, comience a emitir, ya no meros sonidos guturales, sino que comenzará a producir sonidos de forma consciente, lo cual incidirá de sobremanera para un posterior desarrollo del lenguaje y, nos muestra nítidamente, que se convirtió en un mecanismo eficaz, para la pervivencia del linaje. 

Posteriormente, otro cambio fundamental, se sitúa aproximadamente, hace unos 3 millones de años, donde comienza el origen de nuestro linaje, el género homo, correspondiente a los homínidos, donde nuestro predecesor más remoto, es el Australopithecus, el que a su vez, se subdivide en, afarensis, africanus, robustus y boisei[Pie de página], caracterizándose la alimentación del robustus, por el consumo de hierbas y vegetales, por tanto, su desarrollo molar era bastante grande, pero con un cerebro más reducido. Pero el caso del africanus, es paradigmático, debido a que su dieta, era principalmente omnívora, es decir, se alimentaban desde vegetales, e incluso carne, que, por consiguiente, derivó en un mayor desarrollo cerebral, debido al consumo de proteínas que se encontraban en la carne, alcanzando una densidad promedio, de 500 cm3. 

Si bien, existe una amplia gama de teorías que explican el siguiente paso progresivo, la más aceptada, es que el Australopithecus africanus, evolucionó al homo habilis, quien comenzó a emplear en mayor medida el uso de herramientas y, acrecentó a su vez su capacidad cerebral a unos 680 cm3, debido a una mejora alimenticia. Cabe detenernos en este punto, debido a que el eminente arqueólogo, M.S. Semenoff, comprobó cuantitativamente la relación existente entre el desarrollo motriz, concerniente a la fabricación de utensilios y las formas superiores del pensamiento (desarrollo de conceptos y abstracciones). Es así que estos datos, señalan una gran diferencia en cuanto al nivel de elaboración y acondicionamiento, según el estadio evolutivo, un ejemplo de ello, son los útiles de los Australopithecus, que no exigían más allá de 3 ó 5 golpes con una piedra, mientras que el chelense, realizaba una operación entre 20 a 35 golpes. Y así, fue perfeccionándose el nivel de la elaboración, alcanzando en el cro-magnon un perfilamiento en las piezas útiles, de hasta unos 250 golpes. 

Continuando, con la línea argumental previa a la digresión, el homo habilis evolucionó, a su vez, hace un millón y medio de años, en lo que se ha denominado homo erectus, que significa literalmente, hombre erguido, pero ante cual se han generado numerosas controversias, ya que desde el Australopithecus, los homínidos, se caracterizaban por moverse de un modo erguido. Este nuevo linaje, es de suma relevancia para nuestro estudio, puesto que en él se dieron las características necesarias, para desarrollar un protolenguaje, tales como, una capacidad craneal de 1250 cm3, aproximadamente, un mayor desarrollo cortical, una laringe más larga, dotada de estructuras cartilaginosas, una faringe con un mayor diámetro y musculatura. Además, es oportuno considerar que a través de un estudio endocraneano, se ha podido deducir que poseían un mayor desarrollo de los lóbulos frontales. De este modo, se propició la formación de un protolenguaje, cuyos rasgos definitorios se han catalogado dentro del campo de las onomatopeyas [Pie de página]y la polisemántica, lo cual implica una misma palabra, para designar múltiples objetos, acciones y sujetos. Sin embargo, pese a lo rudimentario que resulta este tipo de articulación, es un gran paso, para la concepción de un lenguaje articulado, propiamente tal, como lo conoceremos en las especies de homínidos posteriores. 

No obstante, aún en la cadena evolutiva, nos esperaban otros cambios, antes de lograr un desarrollo del lenguaje, tal como lo conocemos, y esta siguiente transformación, se vio reflejada en el homo sapiens neanderthalis[Pie de página], hace unos 250 mil años atrás, caracterizado por poseer un cráneo más grueso y arcos superficiales prominentes, sus ojos estaban hundidos en cuencas profundas, su mandíbula inferior estaba inclinada hacia atrás, no tenía mentón y su frente era baja e inclinada, muy distinta de nuestra frente vertical. También cabe destacar, la diversidad de herramientas que fabricaron, que pese a un intento de clasificación, éstas indicarían que se usaban para un cúmulo de actividades y no, para una en específico. A pesar de todos estos rasgos tan primitivos, el tamaño del cerebro del Neanderthal era un 10 % más grande que el nuestro, lo que no significa que fuera más inteligente. También poseían una mayor musculatura, sobre todo en el cuello y los hombros. Por otro lado, hay ciertas características semejantes al ser humano actual, atribuibles al Neanderthal, tales como: usaban el fuego en forma regular, fueron los primeros homínidos en enterrar habitualmente a sus muertos y en tercer lugar, cuidaban de sus enfermos y adultos mayores. 

Finalmente, llegamos al homo sapiens sapiens, especie a la cual pertenecemos los seres humanos modernos, cuyos vestigios se encuentran datados, aproximadamente, a unos 40 mil años atrás. Y será éste un gran salto a nivel evolutivo, ya que nos encontraremos con una especie, capaz de constituir lo que denominamos pensamiento, vale decir, ideas generales, cuyos elementos principales son los conceptos, es decir, representaciones de las cosas y de fenómenos unidas por ciertos índices comunes.[Pie de página]Por consiguiente, se producirán nuevas asociaciones entre conceptos y propiedades, previendo, de esta manera, un determinado uso, para un objeto específico. No obstante, la siguiente etapa está caracterizada, por una diversificación de conceptos y nociones, la representación entre percepciones heterogéneas tiene lugar en determinadas regiones de la corteza cerebral a la que llegan los estímulos provenientes de los órganos del habla, y especialmente del oído. De esta manera los sonidos vocales y los correspondientes movimientos de los órganos del habla se convierten en símbolos de los conceptos, relacionando entre sí las percepciones de rasgos comunes de una categoría de objetos[Pie de página]. Lo precedente, planteado por Bouknak, sitúa un nuevo rasgo del lenguaje, que es la categorización y en su constitución, nos permite asociar y agrupar distintos conceptos, a nivel mental y objetos, a nivel concreto, que amplían nuestro conocimiento de la realidad, dando pie a una de las más fascinantes manifestaciones de éste, las lenguas. 

En primer término, no podemos referirnos a lenguas, sin previamente, analizar sus componentes fundamentales, los fonemas, es decir los elementos que poseen una función particular y que le otorgan la sonoridad al lenguaje articulado, los que a través de una serie de combinaciones, constituyen sílabas, frases y oraciones, eclosionando en un espectro capaz de enunciar, ya no sólo palabras polisemánticas, sino que existirán muchas de ellas, de carácter monosemántico. No obstante, el proceso que conllevó un desarrollo tan amplio y divergente de las lenguas, estuvo dado por la expresión de las siguientes relaciones, en distinto grado; que señala Bouknak: 1) Un orden determinado de palabras, por ejemplo, en primer lugar la acción, en segundo lugar el objeto; 2) Combinación de diversas palabras que conservan su significado propio; 3) Transformación de ciertas palabras en partículas auxiliares -afijos- y su combinación con la palabra -raíz- para expresar una categoría de tiempo, lugar, etc.; 4) Comparación de partículas variables o flexiones de caso, tiempo, número, etcétera.[Pie de página]

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