Hoy he sentido la potencia y ansias de escribir, la percepción del tiempo, el espacio y la vida, en este momento me parecen distintos, cada instante, único en sí mismo se convierte en un fractal luminoso, donde todo es uno y uno es todo, en efecto, la naturaleza, las personas, las almas, el mundo y uno mismo, están en armonía, casi como una visión orientalista, es decir, nos encontramos conformado ese ciclo vital y natural del que nos hemos olvidado milenariamente, ese ciclo que hemos ido destruyendo y consumiendo, que hemos asesinado hasta las entrañas y al cual hemos encadenado, sumiéndolo en una profunda tristeza. Hemos arruinado nuestro destino, gracias a los cimientos de la civilización, ultrajándolo una y mil veces, acaso podemos decir actualmente, ¿Que nuestra vida es en sí de nosotros? ¿Acaso somos realmente libres? Me cuesta creer que lo seamos, más aún cuando generación tras generación hemos corrompido lo esencial de nuestro ser, aquella conexión profunda y mística con la madre natura. Pienso en las sociedades del siglo XXI, que se jactan de estar a la vanguardia, sin embargo, son el símbolo del capitalismo, un mal que carcome oxidándonos día a día, que clausura y censura la libertad de pensamiento, que te enajena y que vuelve la realidad en un caos absoluto, donde las palabras son vanas, donde nos hemos olvidado de la felicidad en escala mayor, que está en los pequeños detalles, no como aquella en escala menor que se traduce en el consumismo, hedonismo y que es efímera, transitoria y de raíz es un falseamiento del estado de felicidad, es simplemente una ilusión.
El tiempo transcurre a ritmos impensados e incalculados, ¿podemos vanagloriarnos de ser dueños de nuestro tiempo? Creo que no, la sociedad actual, el estilo de vida y los trabajos en sí mismos, van controlando cada milésima de nuestro ser, todo lo que sentimos y vivimos está manipulado, incluso aquello que deseamos. Pareciese ser que todo está dicho, que la poesía y la filosofía son un mundo paralelo, esotérico, enigmático y misterioso, ininteligible y que queda relegado sólo para los iluminados, no obstante, creo que la única manera de revivirlas en estos tiempos es dándolas a conocer, transmitirlas, aprovechar y buscar los espacios para la reflexión será siempre agradecido, pues aquellos que lo hagan, sin duda alguna encontrarán la satisfacción de una vida que ha perdido la monotonía y que ha dejado la vacuidad atrás, mas al contrario, precisamente, esos espacios son los que las llenarán, los que nos permitirán hablar de nuestra propia vida, de nuestro propio destino, de haber escogido el rumbo que siempre quisimos, pero que por largos años nos estuvo prohibido.
No quiero pensar que vivimos una vida vacía como un espejo, donde sólo proyectamos la ilusión de ella, sino que espero que la vida en sí misma sea su propio sentido, que podamos decir cuando tengamos cincuenta años, que sí hemos vivido, que sí hemos sido felices, que también hemos sufrido, que la suerte nos ha cambiado y abatido cientos de veces, pero que, sin embargo, nos hemos repuesto, hemos triunfado, ya que pese a que en ciertas circunstancias perdimos el camino, luego hemos recobrado el sentido, la dicha de haber vivido, vale decir, la esencia de la felicidad es ella misma, concretada a través de nuestra experiencia vital: en el “Ser feliz”, que como he señalado, no estará escindido de la interrelación con la vida de los demás, nuestro tránsito por el mundo, ya que la vida es un fractal que nos ilumina y que depende de nosotros el captar cada partícula de ésta y aprender como si fuésemos un libro en blanco, la enseñanza que día a día nos está siendo transmitida.
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