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Caminatas eternas y otras realidades santiaguinas.



            Hoy en la noche –momento álgido en el cual se le puede dar rienda suelta a la imaginación y a la escritura- escribo para dar cuenta de lo vivido, pues desde que comencé a hacer clases fui descubriendo otras realidades, formas de vida y, sinceramente, ya nada me sorprende, he visto casi de todo, -eso que tengo 20 años-, pero a veces siento como si hubiese vivido cientos de años, quizá se lo deba al conocimiento libresco que he adquirido, pero en fin. Puntualmente redacto a continuación por las desigualdades radicales que aprecio en el país que me tocó nacer y vivir, de hecho pienso y me he relacionado con todo tipo de personas, he enseñado en sectores periféricos de Santiago, inculcando amor hacia la lectura, respeto hacia toda persona, reflexiones personales, entre otros y, de igual modo he hecho clases en sectores ABC1, donde tan sólo la casa en que las personas habitan, probablemente abarque cuadras y cuadras de los otros sectores, al fin y al cabo todos somos personas, pero las decisiones que tomamos nos van delineando y perfilando, por ello la educación es fundamental. Por otra parte, llegar a este último sector me costó muchísimo, pues tuve que subir una especie de colina, donde se situaban estas casas, caminé una hora por decirlo menos, mi odisea radicó en encontrarme con personas que me indicaron cómo llegar y dar con aquel lugar, pasar por casetas y casetas de guardias, mirar al horizonte y ver un Santiago desde lo alto, como desde una torre de marfil –era otro mundo, alejado del ruido de la ciudad, totalmente apartado, una calidad de vida años luz de diferencia-, que estoy seguro, tan sólo algunos pocos han conocido. No pude evitar recordar el tópico literario beatus ille en ese instante –feliz aquél. ¡Exacto! Feliz aquél que se evade del ruido citadino, del estrés, de las masas, lograr vivir una vida plena y relajada, absolutamente vale la pena. También me di cuenta, ya no sólo en el sonsonete típico que caracteriza a estas personas, sino que también me percaté de palabras que usaban, tales como: ¡qué flor! Que inferí que significaba algo así como, ¡qué fantástico!, etc.

            Finalmente recalco que este año mi escritura estuvo marcada eminentemente por el tema de las casualidades y causalidades, lo que vengo a referir a continuación quizá lo confirme, pero es básicamente lo siguiente: hace un año atrás soñé exactamente con el lugar que me tocó visitar, recibí un buen trato en aquel lugar, era una puerta para la realización de mis sueños y anhelos. Creo que el fin último de nuestras vidas es percatarnos de que nada nos sucede al azar, sino que todo es consecuencia de lo que pensamos y de quienes nos rodeamos. Como siempre digo, somos por lo que hacemos y decimos.

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