Ir al contenido principal

Entre el Scientio ergo sum y el Cogito ergo sum.


                                                   


 Scientio ergo sum.



Palabras, tan sólo pensamientos
Recorrer, ensimismarse, dejarse ser
Ser en una ciudad sin límite
Ser en una ciudad sin fronteras
Permanecer en búsqueda, estar vivo
Sentir, enamorarse, acariciarse
Almas que se unen en un suspiro
Almas que en un minuto se deshacen
Almas que se conectan sin verse
Almas que se presienten y se sienten
Encarnación, puesta en abismo
Suspiro, suspiros sin-sentido
Pienso, tan sólo pienso
Siento, luego existo, Existo, luego siento
Scientio ergo sum, Sum ergo scientio
Me olvido del mundo, me ensimismo, pienso en ti
Pienso en ti, me ensimismo, me olvido del mundo
Te acuerdas de mí, nos ensimismamos,
nos olvidamos del mundo…
Me olvido de ti, me exteriorizo, me pierdo en el mundo






Cogito ergo sum.


            “Pienso, luego existo” es la célebre frase de Descartes en pleno siglo XVII, no obstante, yo en tanto sujeto pensante IV siglos después, vuelvo a lo mismo, que en sí viene a plantear el problema de la identidad, pues nuestro pensamiento nos define, es decir, somos lo que pensamos y en tanto pensamos. Inclusive el desarrollo social, producto de la evolución o involución del pensamiento humano sigue la línea de nuestro pensamiento. Por ejemplo, actualmente hay mucha segregación social en Chile, lo que se trasunta en su ubicación espacial, hay sectores periféricos donde prevalecen bolsones de pobreza y, céntricos, donde prima el comercio, etc.

Comentarios

Entradas populares de este blog

"La Hormiga", Marco Denevi (1969).

A lo largo de la historia nos encontramos con diversas sociedades, cada una de ellas con rasgos distintivos, de este modo distinguimos unas más tolerantes y otras más represivas. No obstante, si realizamos un mayor escrutinio, lograremos atisbar que en su conjunto poseen patrones en común, los cuales se han ido reiterando una y otra vez en una relación de causalidad cíclica, que no es más que los antecedentes y causas que culminan en acontecimientos radicales y revolucionarios para la época, los que innumerables veces marcan un hito indeleble en la historia. Lo anteriormente señalado ha sido un tema recurrente en la Literatura universal, cuyos autores debido al contexto histórico en el cual les ha tocado vivir, se han visto motivados por tales situaciones y han decidido plasmar en la retórica sus ideales liberales y visión en torno a aquella realidad que se les tornaba adversa. Un ejemplo de ello es el microrrelato “La Hormiga”, cuyo autor es Marco Denevi, del cual han surgido

Ensayo, “Los chicos del coro, una película que cambiará nuestra mirada hacia la pedagogía”.

En la película, los chicos del coro, vemos una realidad de un internado ambientado en la Francia de 1949, bajo el contexto de la posguerra. Esta institución se caracteriza por recibir a estudiantes huérfanos y con mala conducta, que han vivido situaciones complejas en términos de relaciones interpersonales, pues muchos de ellos han sido abandonados o expulsados de otras instituciones. Con el fin de reformarlos el director del internado Fond de I’ Etang (Fondo del estanque), aplica sistemas conductistas de educación, sancionadores y represores como encerrarlos en el “calabozo”, una especie de celda aislada cuando se exceden en su comportamiento. Sin embargo, la historia toma un vuelco con la llegada de Clément Mathieu, músico que se desempeña como docente y quién aplicará métodos no ortodoxos en su enseñanza los que progresivamente irán dando resultados positivos en los chicos.                 Respecto a las temáticas que se abordan en la película, por un lado resaltan los a

La taza rota.

Esa noche había llegado tipo diez, hacía un clima enrarecido, hacía frío, pero sentía calor, quizás no era el tiempo, tal vez era yo, no lo sabía, pero algo pasaba y si bien hasta cierto punto todo parecía normal o aparentaba serlo, algo había cambiado. Llámese intuición, dubitación o sospecha, en aquella casa a la que llegaba a dormir sucedía algo que había desestabilizado y quebrantado la rutina, no era sólo que mi mundo cambiase, sino que la realidad hasta cierto punto superaba la ficción, el tiempo ya no parecía correr a pasos agigantados, sino que incluso se detenía en estática parsimonia, para lo que sólo me bastó observar el reloj que se encontraba en la pared, en la esquina opuesta a la puerta de entrada a la casa y, efectivamente, las horas y minutos en aquel reloj no avanzaban, sino que las manecillas se habían paralizado de por vida, lo pensé unos instantes y no había explicación para ello, salvo que se hubiese quebrado, caído o algo por el estilo, en fin, lo consideré só