sábado, 15 de diciembre de 2012

Experiencia en el hospital militar.



Los militares y quienes ejercen esa labor, si bien no en su generalidad, pero sí gran número de ellos se jactan en su tan sola presencia al sentir la investidura que constituye su uniforme, basta ver su disposición, caminar, forma de mirar y se podrá intuir su personalidad, lo que piensan o más bien cómo han sido programados a ser. Hombres de alta estampa y andar altivo, con propiedad y seguridad en sí mismos, por ello nuevamente me pregunto por ese afán intrínseco del ser humano de poseer poder, de querer ser más que los otros, pero claro, son tan sólo pretensiones, pues al fin y al cabo todos somos humanos, independiente de nuestra labor u oficio, el hecho mismo de vivir en sociedad, deviene en que todo individuo es fundamental para la plena convivencia. Al mismo tiempo estar en un hospital como éste da cuenta  aún de una clara división social y del clasismo que inclusive en el auge del siglo XXI en lo que podríamos denominar un país en vías de desarrollo, aún se sigue gestando, pues  no cualquier ciudadano tiene acceso, sino que es preciso pertenecer a esta “noble” institución, ya sea por filiación o por el simple hecho de haber ejercido un servicio a través del trabajo mismo de toda una vida, pero como en todo orden de cosas en la vida, siempre existirá ese afán de pertenencia a una comunidad o grupo social.

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