En primer lugar al esbozar un
itinerario teórico y generacional en lo que respecta a lo que comprendemos como
literatura, sabemos de antemano que es un tema vasto y complejo, más aún cuando
nos enmarcamos en el ámbito de la Literatura Hispanoamericana, de la cual no
pocos teóricos y estudiosos del área han intentado cronologizar y periodizar
según diversos criterios a autores y grupos generacionales de las letras de
este continente, a su vez los criterios para ello han trastocado los más
diversos ámbitos y disciplinas, se han entremezclado visiones de la vida
personal del autor, psicología, política, sociedad y hasta filosóficas. No
podemos soslayar de este modo lo que ha señalado Roman Jakobson en relación a
este punto: “Los historiadores de la
literatura se parecen bastante a esos policías que cuando van a detener a
alguien detienen a todo el que encuentran en la habitación donde vive e incluso
a las personas que pasean por la calle próxima. […]”.[1] La analogía no es
menor, pues hace referencia precisamente al acto de echar mano a todo cuanto
nos encontremos a nuestro paso, lo que lejos de ser alentador, resulta siendo
perjudicial para los estudios literarios, debido a la escasa rigurosidad y al
ordenamiento practicamente aleatorio de un sistema literario, que en vez de
constituirse como tal, resulta un conglomerado de criterios sin vínculo alguno
más que el superponerse, al menos superficialmente al objeto literario
propiamente tal.
Sin embargo, pese a lo anterior,
Cedomil Goic nos propone un esquema epocal basado en determinados períodos
históricos para abarcar la novelística, es así que se nos presenta la Novela
Contemporánea, que irá desde 1935 – 1979, caracterizada por la estética del
Superrealismo, el que según nos plantea el teórico y crítico literario, se situaría
fundamentalmente entre dos sistemas literarios, a saber el Realismo –“sistema tradicional y moderno que se
extiende desde el siglo XVIII hasta 1934” [2] – y lo que se ha
denominado Antirrealismo, que vendría a ser una estética que negará los
principios y parámetros realistas. De este modo el Superrealismo se
transformará en un esquema suprageneracional, que significará ante todo una
superación del Naturalismo y esencialmente, superación del Realismo.
Así, de igual manera por
Superrealismo se entenderá, en una segunda nota como: “Un nuevo modo de representación de la realidad que se caracteriza en
primer término por el descubrimiento de nuevas esferas de realidad y
consiguientemente de nuevos modos de experiencia y de interpretación de la
realidad.”[3] El Superrealismo
como tal no podía estar desligado de la época contemporánea y menos aún de las
letras de Hispanoamérica, pues en todo encierra en su carácter una visión no exenta de una interioridad y
consciencia que no se había tenido y desarrollado sino hasta ahora, marcado y
entretejido por características que le son propias: “La ambigüedad de la consciencia concita la ambigüedad del hombre, de
la naturaleza, del mito, del sueño, de la locura, de la poesía, del sexo, y
revela la ambigüedad de América, por ejemplo. La representación se hace así por
la condición misma de las cosas, confusa, de límites esfumados, contradictoria,
en fin: laberíntica.”[4]
Por otra parte, Cedomil Goic
situará a Carpentier en lo que ha denominado Generación de 1927, que se
configura por el nacimiento histórico de los autores, nacidos de 1890 a 1904 y se gestará
entre el período que va desde 1920 hasta 1934, caracterizada por una ruptura
con la tradición precedente. Fundamentalmente se caracterizará como: “Un desafío al mundonovismo en cuanto a la
búsqueda de una expresión nacional, su respuesta importa una remoción de las
concepciones modernas tradicionales y un rechazo definitivo del Naturalismo en
literatura. El espíritu iconoclasta de esta generación traslada, en apariencia,
el énfasis contenidista del período anterior a un nuevo énfasis formalista.”[5]
Asumirá características propias de
las vanguardias europeas y norteamericanas de la época, marcada por
agrupaciones, ismos, revistas, manifestaciones poéticas, exposiciones
insólitas, figuras de gran ascendencia personal, revelan la voluntad de
transformar la quieta e indiferente vida literaria en un suceso de interés
social y de vitalidad creadora. Otras de las características de esta generación
que se manifestarán ante todo en la novelística y que no podemos menospreciar,
será la conciencia, que traspasará diversos ámbitos de la narrativa, desde la
subjetivación de ésta hasta la concepción temporal: “La conciencia es erigida en la esfera de realidad que desplaza la
exterioridad de la representación tradicional de la sociedad y del hombre,
junto con el determinismo materialista que cubre en toda su extensión la
historia de la novela moderna hispanoamericana. Con la conciencia, se
interioriza el mundo narrativo, se desobjetiviza la representación ordinaria de
las cosas, se modifica la noción del tiempo, se subjetiviza la perspectiva
narrativa, la disposición narrativa se hace rapsódica y da lugar al montaje
como forma innovadora.”[6]
Como bien señalé, Alejo Carpentier
se situará en las coordenadas generacionales de 1927, pues nació en La Habana,
Cuba en 1904, destacando mayoritariamente por haber expuesto su teoría de lo
real maravilloso de América en el prólogo de su relato de El Reino de este
Mundo (1949) cuyo texto se ensanchó en la versión de Tientos y Diferencias (1967). ¿Dónde
apreciará Carpentier lo real maravilloso en América?: “En las cosmogonías indígenas y en los mitos del descubrimiento, en los
héroes y luchas de la Independencia, en la conciencia mágica de sus pueblos, la
danza mágica, el hondo sentido ritual del folklore, de las creencias
populares.”[7]
De este modo, Carpentier entenderá lo maravilloso como una suerte de
epifanía o revelación, surgida por sobre la realidad misma: “Lo maravilloso comienza a serlo de manera inequívoca cuando surge de
una inesperada alteración de la realidad (el milagro), de una revelación
privilegiada de la realidad, de una iluminación inhabitual o singularmente
favorecedora de las inadvertidas riquezas de la realidad, de una ampliación de
las escalas y categorías de la realidad, percibidas con particular intensidad
en virtud de una exaltación del espíritu que lo conduce a un modo de estado
límite”.[8]
Definida la teoría de lo real
maravilloso, emplearé ésta aplicándola a
Los pasos perdidos de Alejo C, que se presentará una y otra vez en diversos
momentos y pasajes de la obra, así podemos encontrar, por ejemplo, contrastes de realidades entre lo
real maravilloso, manifestado a través de la magia del teatro, que reproduce un
mundo ajeno a la realidad, pues ésta en concreto se nos muestra como un mundo
de penurias, resultando esta visión de mundo, una vía de evasión a ésta. Lo real
maravilloso no deja de estar ausente en la confluencia temporal del pasado y el
presente, pues es ahí donde se produce el instante mágico, donde la concepción
de Latinoamérica será central, ya que en ella el mundo pre-moderno, persistirá
en el mundo moderno y el mundo moderno, persistirá en el mundo post-moderno. Es
decir, una superposición de realidades y cosmovisiones.
En lo que respecta a la teoría de los
contextos, Carpentier la tomará de Jean Paul Sartre, para explicar los límites que puede y debe alcanzar la novela
contemporánea o actual; “La novela debe llegar más allá de la narración, del relato,
vale decir: de la novela misma, en todo tiempo, en toda época […]”.[9] Cabe mencionar que
Carpentier aludirá a que los contextos serán desarrollados ante todo y poniendo
como ejemplo paradigmático a Cervantes, que en su época alcanzó los contextos
de la materia novelística, tal cual un Joyce o un Kafka en la contemporaneidad;
inclusive logra establecer vínculos entre el relato kafkiano y cervantino, pues
ambos plantean situaciones que escapan a la realidad no tan sólo
superficialmente, sino que de plano, ya que ambos alteran a tal punto el orden
de su propio mundo y realidad, que si no nos parece utopía, nos parecerá una
clara ficcionalización.
En primera instancia, previo al
análisis de la novela de Rulfo, enmarcaré la figura del autor, dentro de las
coordenadas generaciones de Cedomil Goic, que al igual que Carpentier,
pertenecerá a la estética del Superrealismo, sin embargo, no será situado en la
generación del 27, sino que en la de 1942, generación que destacará porque sus escritores estarán centrados en
la realidad hispanoamericana, con sus costumbres folclóricas, míticas,
otorgándole una importancia significativa al lenguaje, como la materia de la
que está hecha nuestra comprensión del mundo.
Al adentrarnos en la novela de Rulfo, Pedro Páramo, nos empapamos de una
visión de mundo a la cual no estamos acostumbrados, cuya dimensión traspasa
nuestros propios límites de lo real y lo imaginario, de lo narrable y lo
inenarrable, se vuelve material maravilloso y como se señalará contra-utópico,
nos veremos frente a una visión de mundo pre-moderna, mítico-simbólica. Por
ello la imagen de mundo que se nos presenta en la novela, en primera instancia
se trasluce como una crítica a la modernidad, al proyecto modernizador
propiamente tal, que si bien por sus características se la ha situado en un
espacio y tiempo determinado, su carácter de narración fantasmagórica, hace
poner en duda su cronotopía específica, pues sin duda alguna hablamos de los
orígenes indeterminados de una comunidad premoderna como lo es Comala.
¿Pero qué es Comala finalmente, en qué visión
de mundo nos vemos enfrascados?
De esta manera, la visión de mundo que
apreciábamos se nos vuelve un tanto más compleja, ya no podemos emplear sólo
una estrategia de lectura, sino que como bien caracteriza a las letras
contemporáneas, tendremos que emplear múltiples entradas de lectura, no es un
universo unívoco, sino que rico y multiforme, que a cada nuevo atisbo, se
re-hace y transforma, converge y diverge. Del mismo modo, la estructura
narrativa de la novela tampoco es tipologizable, pues la realidad de Comala al
menos estará marcada por dos temporalidades, vale decir, un antes y un después,
que irán organizando y re-organizando la estructura narrativa del relato,
configurando una nueva entrada de lectura a su vez, como se señaló con
anterioridad.
Así
como referí en un principio del análisis, Pedro Páramo se nos estructura y
enuncia como una contra-utopía, es decir, un lugar donde la racionalización será puesta en
crisis, convirtiéndose en una crítica hacia ésta. Dentro de la enunciación
misma de la obra, desde sus inicios, donde la primera línea: “Vine a Comala
porque me dijeron que acá vivía mi padre”, se nos muestra como un peregrinaje,
pero que no es sólo la búsqueda del padre, sino que engloba en sí una
significación mayor; el retorno a los orígenes, a ese mundo pre-moderno, mágico
y simbólico. Sin embargo, aquí volvemos a otro momento de la enunciación de la
narración, donde Juan Preciado en un plan de prometerlo todo, ante el lecho de
muerte de su madre, va a prometerle ir en búsqueda de su padre y en ese plan,
una vez decidido, realiza el viaje, de cierto modo en sustitución de su madre
(ahora yo vengo en su lugar). Desde otra perspectiva, en tanto estrategia de
enunciación, se producirá una dialéctica y confrontación entre “memoria” y
“realidad”, lo que hará de la narración un espacio neutro. Finalmente aludiré a
algunos motivos centrales en la novela, que terminan de configurar su imagen de
mundo, tal como la visión del viaje al inframundo, equiparando a Juan Preciado,
con héroes literarios tales como Orfeo, Teseo, Ulises y Dante, que realizaron
esta peregrinatio y en este caso
particular, debido a que el protagonista del relato, regresa a una ciudad de
fantasmas, de muertos.
[1] “Historia de la novela hispanoamericana”,
Cedomil Goic,
Valparaíso: Ed. Universitarias de Valparaíso, 1972. pp. 10
[2] Ibídem. Pp. 178. Novela Contemporánea 1935 –
1979, Superrealismo.
[3] Ibídem. Pp. 178 -179.
[4] Ibídem. Pp. 179.
[5] Ibídem. Pp. 184. Generación de 1927.
[6] Ibídem. Pp. 186.
[7] Ibídem. Pp. 206. Alejo Carpentier. (La Habana,
Cuba, 1904).
[8] Ibídem. Pp. 206-207.
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