La felicidad es un estado momentáneo, efímero y
pasajero; el típico concepto de “felices por siempre” de los finales de cuento,
es una utopía en el mundo cotidiano, en la realidad concreta y tangible. Todo
se acaba con el pensamiento y los problemas, el paso del tiempo, el
envejecimiento, la pérdida de vitalidad y juventud y, si bien el amor en tanto
sentimiento, puede perdurar toda la eternidad, vale decir, durante la vida terrena,
pues la trascendencia es aún hasta nuestros días una concepción cuestionable;
el común de los casos apunta a que éste una vez concluida la etapa del
enamoramiento y de regreso a la monotonía cotidiana, que se acentúa con el paso
de los días, meses y años; se acaba. No obstante, en esta historia de héroes y
villanos, de madrastras y brujas malvadas, de doncellas y príncipes; algo hay
de certeza y verdad; la vida no es tan simple, no se puede estereotipar una
relación y menos aún a una persona en tanto personaje, pero en sí la búsqueda
de la felicidad y la concreción de ésta, se logra tras varios esfuerzos
conjuntos y compartidos. Por otra parte, en estas historias siempre aparece
delineado y enmarcado el concepto de la “bella muerte”, el morir joven como un
estado ideal del cuerpo físico que no da cabida al deterioro de la senectud.
A lo largo de la historia nos encontramos con diversas sociedades, cada una de ellas con rasgos distintivos, de este modo distinguimos unas más tolerantes y otras más represivas. No obstante, si realizamos un mayor escrutinio, lograremos atisbar que en su conjunto poseen patrones en común, los cuales se han ido reiterando una y otra vez en una relación de causalidad cíclica, que no es más que los antecedentes y causas que culminan en acontecimientos radicales y revolucionarios para la época, los que innumerables veces marcan un hito indeleble en la historia.
Lo anteriormente señalado ha sido un tema recurrente en la Literatura universal, cuyos autores debido al contexto histórico en el cual les ha tocado vivir, se han visto motivados por tales situaciones y han decidido plasmar en la retórica sus ideales liberales y visión en torno a aquella realidad que se les tornaba adversa. Un ejemplo de ello es el microrrelato “La Hormiga”, cuyo autor es Marco Denevi, del cual han surgido
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