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Imagen de mundo de lo real maravilloso en Los pasos perdidos de Alejo Carpentier y Ficciones de Jorge Luis Borges.



En primer lugar cabe señalar que el presente trabajo se situará como punto de comparación de la obra de dos autores representativos de las letras de Hispanoamérica, me refiero a Alejo Carpentier, quien se situará en las coordenadas generacionales de 1927, pues nació en La Habana, Cuba en 1904 y a Jorge Luis Borges, cuyas obras; Los pasos perdidos y Ficciones respectivamente, se convertirán en un referente central en tanto manifestarán y expondrán la visión de mundo de lo maravilloso, como aquel espacio que caracterizará los orígenes de las letras de este continente.
                                                                                 
Por otra parte, Carpentier destacará mayoritariamente por haber expuesto su teoría de lo real maravilloso de América en el prólogo de su relato de El Reino de este Mundo (1949) cuyo texto se ensanchó en la versión  de Tientos y Diferencias (1967). ¿Dónde apreciará Carpentier lo real maravilloso en América?: “En las cosmogonías indígenas y en los mitos del descubrimiento, en los héroes y luchas de la Independencia, en la conciencia mágica de sus pueblos, la danza mágica, el hondo sentido ritual del folklore, de las creencias populares.”[1] De este modo, Carpentier entenderá lo maravilloso como una suerte de epifanía o revelación, surgida por sobre la realidad misma: “Lo maravilloso comienza a serlo de manera inequívoca cuando surge de una inesperada alteración de la realidad (el milagro), de una revelación privilegiada de la realidad, de una iluminación inhabitual o singularmente favorecedora de las inadvertidas riquezas de la realidad, de una ampliación de las escalas y categorías de la realidad, percibidas con particular intensidad en virtud de una exaltación del espíritu que lo conduce a un modo de estado límite”.[2]

Definida la teoría de lo real maravilloso,  emplearé ésta aplicándola a Los pasos perdidos de Alejo C, que se presentará una y otra vez en diversos momentos y pasajes de la obra, así podemos encontrar, por ejemplo, contrastes de realidades entre lo real maravilloso, manifestado a través de la magia del teatro, que reproduce un mundo ajeno a la realidad, pues ésta en concreto se nos muestra como un mundo de penurias, resultando esta visión de mundo, una vía de evasión a ésta. Lo real maravilloso no deja de estar ausente en la confluencia temporal del pasado y el presente, pues es ahí donde se produce el instante mágico, donde la concepción de Latinoamérica será central, ya que en ella el mundo pre-moderno, persistirá en el mundo moderno y el mundo moderno, persistirá en el mundo post-moderno. Es decir, una superposición de realidades y cosmovisiones.

No obstante, lo maravilloso posee inclusive una visión mucho más abarcadora, pues si bien es compartida por ambos autores, no tendrá la misma significación para ambos, pues para Borges lo maravilloso estará vinculado al indigenismo, a la búsqueda de identidad, la que se construirá tanto social, es decir, encarnando en la conformación de nuestras raíces como subjetivamente, esto último en íntima relación a lo comprendido por Carpentier. En el caso de Carpentier, la imagen de mundo que nos representará es aquella que como bien apunté con anterioridad, convergerán múltiples cronotopías, donde motivos y temas como el viaje y la formación del héroe serán fundamentales. A su vez esta presencia de temporalidades y espacialidades diversas, hará que se vaya constituyendo un mundo cuya identidad será mestiza, pues nos veremos enfrascados en un barroquismo europeo de viejo cuño, junto a una realidad afroamericana, que es el caso del ángel tocando maracas, dos mundos que se aúnan y superponen, cuyas visiones y perspectivas se entrechocan.

Pero lo maravilloso ante todo surgirá por lo inesperado, por un cambio de perspectiva, por una iluminación inhabitual, constitutiva de una visión de mundo superrealista, la que en Carpentier constituirá un clisé, pues la realidad latinoamericana es más surrealista que la construcción artificiosa del surrealismo europeo. En cambio para Borges, lo maravilloso se situará como una concepción irracional, relativa al ámbito de la fantasía, de los deseos, de lo nuevo y extraño.

En Ficciones se expone el hondo sentido de la materia novelística de la que hará uso Borges, que en conjunto conformarán esta realidad paralela, en esta otra dimensión de lo real, en definitiva la maravilla, que  no está exenta de adjetivaciones tales como lo nuevo e ilusorio, así nos reseña la obra borgiana José Luis Rodríguez Zapatero en su prólogo a esta portentosa obra: “Con seguridad el título, que nos sugiere la idea de mundos imaginados y puramente ilusorios, es sólo una sutil ironía del autor, una más, que nos señala lo terrible y maravillosamente real de sus argumentos. Después de leer a Borges el mundo real multiplica sus dimensiones y el lector, como un viajero romántico, vuelve más sabio, más pleno, o lo que es lo mismo, ya nunca vuelve del todo.”[3]

¿Pero cuáles son las temáticas y motivos que hacen de Ficciones una obra de lo maravilloso, cuál es en definitiva su materia novelística? En el prólogo a la obra, queda de cierto modo de manifiesto cuáles serán éstas y cómo se irán encauzando a través de los diversos relatos e historias que la conforman y cómo la van singularizando: “En ella se resumen los principales temas, los intereses intelectuales más queridos del autor. En todas las historias de este libro el tiempo es, de un modo u otro, un personaje central. También lo es la literatura, los libros. Libros en los que está escrito el destino de los hombres y que por eso son a la par tan necesarios como inútiles. También el destino es una preocupación borgiana, un destino que no es más que el reconocimiento de que nuestros afanes e inquietudes, que aquello que nos parece incierto, que sólo es un deseo o un temor, tiene otra cara, una cara cierta, cerrada. Lo que en el anverso es azar, en el reverso es necesidad.”[4] Así entonces queda patente que tanto el tiempo, que no será unívoco, la literatura y el destino son tres componentes centrales que configurarán el acto y visión de mundo de lo maravilloso, pues ésta es ante todo un acto, que en la medida que aquellos componentes se ven entrelazados e inclusive alterados ante los ojos del lector, generan esta experiencia surreal, de la maravilla.

A continuación analizaré algunos de los principales cuentos e historias presentes en Ficciones, de los cuales desprenderé algunos rasgos de lo maravilloso, entre ellos destacan principalmente “La Biblioteca de Babel”, en la que encontraremos diversos aspectos que denotarán la maravilla, es decir, lo extraordinario, aquello que rompe con la lógica de lo cotidiano, la que es enmarcada por metáforas tales como la del universo, analogía que no es menor, pues alude ante todo a su carácter universal, infinito, atiborrado de galerías y libros. De igual modo, se sitúa la presencia de elementos que rompen la estructura e ilusión de la maravilla, tales como el espejo el cual duplica las apariencias y, por tanto, se convierte en el elemento que le otorga el carácter de infinitud a la biblioteca, así podemos concluir que lo maravilloso está en un continúo fluir con lo cotidiano, vale decir, no podría existir si no existiese éste, cuya realidad es transformada y modificada, adquiriendo matices a veces inverosímiles, vale decir, nos vemos envueltos en una dialéctica entre la realidad de lo cotidiano y la irrealidad de lo maravilloso.

Otras manifestaciones de la maravilla se logran a través de las historias que circundan a la Biblioteca, las que se remontan a un pasado lejano, las que a su vez se ven ampliadas, extendidas, hechas y re-hechas una y otra vez, las que dan cuenta de las experiencias vividas y por vivir, al fin de cuentas, las experiencias de toda la humanidad y también de cómo a través de la mera conjunción de los caracteres de un alfabeto se logra configurar toda la historia de la humanidad, tanto aquello que ya ha sido registrado, como aquello que aún no ha sido creado por el ser humano, lo que engloba en sí mismo un carácter de misterio y maravilla por ser hechos que escapan a lo verosímil: De esas premisas incontrovertibles dedujo que la Biblioteca es total y que sus anaqueles registran todas las posibles combinaciones de los veintitantos símbolos ortográficos (número, aunque vastísimo, no infinito) o sea todo lo que es dable expresar: en todos los idiomas. Todo: la historia minuciosa del porvenir, las autobiografías de los arcángeles, el catálogo fiel de la Biblioteca, miles y miles de catálogos falsos, la demostración de la falacia de esos catálogos, la demostración de la falacia del catálogo verdadero, el evangelio gnóstico de Basílides, el comentario de ese evangelio, el comentario del comentario de ese evangelio, la relación verídica de tu muerte, la versión de cada libro a todas las lenguas, las interpolaciones de cada libro en todos los libros.”[5]

Entre aquellas historias se encuentran las de las vindicaciones, las que generan ese carácter de fantasía irreal, tras la caracterización de hazañas épicas en las estanterías de la biblioteca, cuando no pocos hombres luchaban entre sí, para obtener un libro, el que guardaba asombrosos misterios y enigmas: “En aquel tiempo se habló mucho de las Vindicaciones: libros de apología y de profecía, que para siempre vindicaban los actos de cada hombre del universo y guardaban arcanos prodigiosos para su porvenir. Miles de codiciosos abandonaron el dulce hexágono natal y se lanzaron escaleras arriba, urgidos por el vano propósito de encontrar su Vindicación. Esos peregrinos disputaban en los corredores estrechos, proferían oscuras maldiciones, se estrangulaban en las escaleras divinas, arrojaban los libros engañosos al fondo de los túneles, morían despeñados por los hombres de regiones remotas. Otros se enloquecieron...”[6]. No podemos soslayar tampoco que este afán universal de búsqueda conllevaba al desentrañamiento de dos grandes misterios de la humanidad, es decir, el origen de la Biblioteca y del tiempo, con ello se expande y extiende una vez más la expresión de la maravilla como son el carácter misterioso de esta biblioteca que posee miles de secretos a su haber, al igual que el tiempo, uno de sus mayores secretos y mejor guardados, que como bien se mencionó desde un principio es uno de los temas transversales en la obra borgiana.

De la misma manera nos podemos centrar en la gramática, en el lenguaje mismo y en sus múltiples posibilidades y combinaciones, en la multiplicidad de lenguas secretas y dialectos en los que están escritos los infinitos libros que conforman la biblioteca, es decir, en aquella combinatoria se manifiesta una vez más la maravilla, pues lo desconocido no sólo es un misterio a descifrar, sino que se nos abre un nuevo mundo de sentidos que creíamos no existía. Sin embargo, frases disparatadas que surgen tras determinadas combinaciones no son la exclusión a la regla, pero como se explica posteriormente, adquieren al menos otro sentido que puede no ser el natural, pero no está exento de éste completamente, no dejando cabida por lo demás a que surjan palabras sin sentido alguno, cuya combinación de caracteres no remite a nada: “En efecto, la Biblioteca incluye todas las estructuras verbales, todas las variaciones que permiten los veinticinco símbolos ortográficos, pero no un solo disparate absoluto. Inútil observar que el mejor volumen de los muchos hexágonos que administro se titula Trueno peinado, y otro El calambre de yeso y otro Axaxaxas mlö. Esas proposiciones, a primera vista incoherentes, sin duda son capaces de una justificación criptográfica o alegórica; esa justificación es verbal y, ex hypothesi, ya figura en la Biblioteca. No puedo combinar unos caracteres  dhcmrlchtdj.”[7]

Otro de los relatos que no podemos olvidar y que resulta imprescindible en la narrativa borgiana, ante todo para poder dilucidar los misterios de los sentidos e inclusive de lo extra-sensorial encarnados en la memoria de un solo hombre, Ireneo Funes y cómo el prodigio de su memoria da cabida a la vivencialidad de sentimientos y emociones diversas, cuya historia comienza siendo narrada por alguien que lo conoció, quien recuerda los momentos e instantes compartidos junto a él, comparando la memoria de un hombre cualquiera como lo es él a la de Funes, quién era un verdadero prodigio, a través de él se nos relatará su historia, conociendo características tales de su persona como que sabía siempre la hora como si fuese tan exacto como un reloj, sin necesidad alguna de consultar alguno, como veremos posteriormente.

 Por otra parte, debido a que había quedado tullido, sus capacidades sensoriales y nemotécnicas que había desarrollado, se acrecentaron aún más, ejemplo de ello se aprecia en la siguiente comparación: Nosotros, de un vistazo, percibimos tres copas en una mesa; Funes, todos los vástagos y racimos y frutos que comprende una parra. Sabía las formas de las nubes australes del amanecer del 30 de abril de 1882 y podía compararlas en el recuerdo con las vetas de un libro en pasta española que sólo había mirado una vez y con las líneas de la espuma que un remo levantó en el Río Negro la víspera de la acción del Quebracho. Esos recuerdos no eran simples; cada imagen visual estaba ligada a sensaciones musculares, térmicas, etc. Podía reconstruir todos los sueños, todos los entresueños. Dos o tres veces había reconstruido un día entero; no había dudado nunca, pero cada reconstrucción había requerido un día entero. Me dijo: «Más recuerdos tengo yo solo que los que habrán tenido todos los hombres desde que el mundo es mundo». Y también: «Mis sueños son como la vigilia de ustedes». Y también, hacia el alba: «Mi memoria, señor, es como vaciadero de basuras». Una circunferencia en un pizarrón, un triángulo rectángulo, un rombo, son formas que podemos intuir plenamente; lo mismo le pasaba a Ireneo con las aborrascadas crines de un potro, con una punta de ganado en una cuchilla, con el fuego cambiante y con la innumerable ceniza, con las muchas caras de un muerto en un largo velorio. No sé cuántas estrellas veía en el cielo.”[8]

Finalmente concluiré señalando que al igual que en la Biblioteca de Babel, también destacará lo maravilloso e inverosímil en Funes el memorioso, pues si bien el relato de testigos y personas que lo conocieron corroboran la existencia de un hombre con tales capacidades y características, resulta de escasa credulidad para quién está lejano a la historia y/o el relato, inclusive para nosotros como lectores, que nos vemos enfrentados a tan inaudito caso, donde se llegó a inventar un sistema de numeración propio, que en apariencia se encontraría en contra de toda lógica y sentido común, lo que se extendería al extremo cuando se nos cuenta que su capacidad para recordar era tal que se prolongaba hasta la descripción más mínima de detalles y que sin duda alguna resultaba difícil de creer a ciencia cierta en tan deslumbrante capacidad:  “En efecto, Funes no sólo recordaba cada hoja de cada árbol, de cada monte, sino cada una de las veces que la había percibido o imaginado. Resolvió reducir cada una de sus jornadas pretéritas a unos setenta mil recuerdos, que definiría luego por cifras. Lo disuadieron dos consideraciones: la conciencia de que la tarea era interminable, la conciencia de que era inútil. Pensó que en la hora de la muerte no habría acabado aún de clasificar todos los recuerdos de la niñez.”[9]



[1] “Historia de la novela hispanoamericana”, Cedomil Goic, Valparaíso: Ed. Universitarias de Valparaíso, 1972.  . Pp. 206. Alejo Carpentier. (La Habana, Cuba, 1904).
[2] Ibídem. Pp. 206-207.
[3] Ficciones, Jorge Luis Borges. Prólogo de José Luis Rodríguez Zapatero.
[4] Ibídem.
[5] Ibídem. Ficciones. “La Biblioteca de Babel”, Jorge Luis Borges. Pp.  40.
[6] Ibídem.
[7] Ibídem. Pp. 41.
[8] Ibídem. Ficciones. “Funes el memorioso”, Jorge Luis Borges. Pp.  53.
[9] Ibídem. Pp. 54.

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