Entre los abismos de la memoria,
distan los recuerdos, las nostalgias, los sinsabores y las alegrías de la vida.
En ella hacen mella los momentos del ayer, el presente y el porvenir, los
anhelos del mañana. Cuando pensamos en el tiempo pasado, en que todo tiempo fue
mejor, las más de las veces es porque sentimos que aquello vivido tiene un
valor agregado para nuestra memoria, ya que no siempre recordamos fielmente lo
vivido, solemos asociar circunstancias, situaciones y personas con la impresión
que nos causaron en determinados momentos de nuestras vidas, en aquel paso y
transitar por las nuestras y cuando se unieron nuestros caminos. No obstante,
cada cual debe seguir su propia senda, todos tenemos un destino particular, una
vida propia que se va creando al andar y que en cada nuevo paso que damos, se
va produciendo un cambio, como el aleteo de una mariposa cuyo aletear
repercutirá hasta el resto de nuestros días.
Somos nuestra propia sinfonía,
con nuestros pasos, nuestras vivencias, recuerdos y lo que proyectamos hacia
los demás, con quiénes nos hemos cruzado, las páginas de los libros en las que
hemos posado nuestros ojos, los lugares que hemos recorrido y más aún, el
conjunto de todo lo vivido, que en una existencia humana, por escasa que
parezca y que siempre el final, será la muerte, resulta aún más conmovedor y
satisfactorio por el sólo hecho de existir y estar en esa búsqueda constante de
ser feliz.
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