Seminario de Literatura
Chilena Contemporánea
Unidad de Lírica
Primer
Informe
El presente ensayo, de carácter impresionista, abordará en líneas
generales, los lineamientos y programa que constituyen a la generación del 38, conocida también como Generación Literaria de 1942- Se suele hablar de discrepancias
de un método, pues la disyuntiva del método generacional, fluctúa entre dos de
ellos, el planteado por Ortega y Gasset y el formulado por el crítico
literario, Cedomil Goic-, por ello a
cuál de las generaciones se adscriba, dependerá del criterio que se desee
utilizar, según el esquema generacional y crítico que se emplee, el cual se
caracterizó por interesarse en su propia época y las crisis en las que como
escritores estaban inmersos: “La Generación Literaria de 1938, evidenció el interés de los creadores
por reflexionar sobre temas sociales, históricos y políticos. Ricardo Latcham y Hernán Díaz Arrieta bautizaron a este grupo con el nombre de generación
neocriollista del 40, influidos por las características más destacadas de estas
producciones literarias: criollista, por su delectación en lo nacional; nueva,
por su actitud doctrinal, distanciada de la generación anterior en cuanto a que
las realidades enfocadas en las obras carecen de la polaridad o deformación
anteriores.”[1]
Para entender qué es una generación, basta
apoyarse en las palabras de José Ortega y Gasset, que nos clarifica un poco más la
concepción, si es que no arbitraria, tal vez azarosa que podemos tener por
quiénes se adhieren a ella, cuáles son sus criterios y qué los vincula: “Una generación no es un puñado de hombres egregios, ni
simplemente una masa:
es como un nuevo cuerpo social íntegro con su minoría selecta y su muchedumbre,
que ha sido lanzado sobre el ámbito de la existencia con una trayectoria vital determinada.”[2] Una definición que nos habla sobre su carácter vitalista, no de un mero aglutinar sin orden alguno, más que el de su existencia, sino de una trayectoria, es decir, qué han ido dejando a su paso, su escritura, sus postulados, su estética y por qué no decirlo, su poética en un ámbito de la existencia, por ello se hace necesaria una periodización, fechar a qué época pertenecen aquellos escritores, para así determinar qué los afectó, sus influencias histórico-literarias, donde el azar las más de las veces ya no es una mera casualidad.
es como un nuevo cuerpo social íntegro con su minoría selecta y su muchedumbre,
que ha sido lanzado sobre el ámbito de la existencia con una trayectoria vital determinada.”[2] Una definición que nos habla sobre su carácter vitalista, no de un mero aglutinar sin orden alguno, más que el de su existencia, sino de una trayectoria, es decir, qué han ido dejando a su paso, su escritura, sus postulados, su estética y por qué no decirlo, su poética en un ámbito de la existencia, por ello se hace necesaria una periodización, fechar a qué época pertenecen aquellos escritores, para así determinar qué los afectó, sus influencias histórico-literarias, donde el azar las más de las veces ya no es una mera casualidad.
La discusión generacional es un
tema arduo y difundido en los estudios de crítica literaria, la que posee una
larga data y cuya itinerancia sistemática sobre este problema, nos indica su
permanencia y actualidad para determinar si un escritor pertenece a tal o cual
generación, es así que se ha convertido en un método que procura darle un
carácter cientificista a la literatura, que además queda demostrado cuando se
hace referencia a científicos eminentes como Galileo “La lectura generacional
de raíz estructural que Ortega y Gasset utiliza para la comprensión del
fenómeno literario y artístico, y que ha servido de punto de partida para
prácticamente todas las teorías que explican la literatura a partir del hecho
generacional, se inicia principalmente a partir del curso "En torno a
Galileo" (1933) que dictó Ortega, en el que esbozó al menos nueve puntos
sobre los que se sostiene su teoría. Este método ha contado con diversos
seguidores que, con variantes, han trabajado sobre la línea abierta por Ortega
y Gasset, entre los que se encuentran Julián Marías y Guillermo de Torre, en
España, el dominicano Pedro Henríquez Ureña y el colombiano José Juan Arrom,
entre otros. Sin embargo, fue con la aparición en 1968 de La novela chilena: los mitos degradados, del académico chileno Cedomil
Goic, que la aplicación sistemática del método generacional tomó fuerza en
Latinoamérica, lo que sumado al trabajo permanente y sostenido de Goic sobre el
tema lo han convertido en referencia ineludible tanto para los seguidores de
esta línea teórica como para sus detractores. Entre estos últimos destaca el
trabajo aún inédito Contra el método
generacional, del académico Ricardo Cuadros”[3]
“Porque el escritor, en estos tiempos, es una
especie de soldado
que acompaña a su pueblo con el arma bajo el brazo” Luis Enrique Délano. Con estas palabras se da pie a la comprensión particular de que para comprender a esta generación bajo el contexto que las enmarca, se hará necesario hacerlo bajo la luz de las guerras mundiales y los procesos políticos, sociales e ideológicos convulsos, el arma a la que se refiere el extracto, es una metáfora, pues en tanto recurso estilístico, ésta simbolizaría a las letras, piénsese en el tópico de las armas y las letras, donde la escritura y el rol que desempeña el escritor en la sociedad es determinante, pues por un lado debía cultivarse en la guerra y, por otro, debía ser ilustrado en las artes liberales. Lo que llevado al siglo XX, adaptándolo a estas beligerantes y constantes crisis sociales, el escritor, no puede estar escindido de su rol social
que acompaña a su pueblo con el arma bajo el brazo” Luis Enrique Délano. Con estas palabras se da pie a la comprensión particular de que para comprender a esta generación bajo el contexto que las enmarca, se hará necesario hacerlo bajo la luz de las guerras mundiales y los procesos políticos, sociales e ideológicos convulsos, el arma a la que se refiere el extracto, es una metáfora, pues en tanto recurso estilístico, ésta simbolizaría a las letras, piénsese en el tópico de las armas y las letras, donde la escritura y el rol que desempeña el escritor en la sociedad es determinante, pues por un lado debía cultivarse en la guerra y, por otro, debía ser ilustrado en las artes liberales. Lo que llevado al siglo XX, adaptándolo a estas beligerantes y constantes crisis sociales, el escritor, no puede estar escindido de su rol social
El contexto epocal en el
cual nace esta generación, es propiciador para la creación literaria,
erigiéndose, si bien no como un movimiento de vanguardia, pese a que tomará
rasgos de las dos principales, surrealismo y creacíonismo, como veremos más
adelante, dos guerras serán su caudal decisivo: “La segunda Guerra Mundial
(1939), el estallido de la Guerra Civil española en 1936 y el advenimiento del Frente Popular, fueron factores determinantes para los escritores de esta
generación. Este grupo nació en medio de los turbulentos cambios políticos de
las campañas del año 1920. Hugo Montes, destacado estudioso de la literatura
nacional, en su libro Historia de la literatura chilena, describió esta
generación: "En 1938, como un anuncio de triunfos posteriores auténticos,
llegó al poder un vigoroso sector de extracción media, originando una eclosión
de fe popular, traducida por los escritores en un naturalismo constructivo en
que se integran significativamente las capas sociales en descomposición y las
fuerzas promisorias de los grupos en ascenso. No se trata ahora de una
recreación estética de un ambiente de autenticidad discutible, sino de un hondo
hurgar en busca de las causas infraestructurales que originan el proceso que
angustia y oprime las clases desposeídas o grupos laborantes. Este naturalismo
proletario, esta verdadera épica social, como alguien señaló, produjo un 'ansia
apasionada de cambiar la vida nacional... de dar al obrero y al campesino... un
sitio de dignidad'. Y así vemos el nacimiento de una literatura de mayor
resonancia vital que no gira en torno al paisaje, sino al hombre
comunitario".[4] Es precisamente la
emergencia de una clase social como la media y las clases más bajas, las que
serán descritas en esta literatura, con rasgos realistas y naturalistas, al
menos en narrativa, que también se verá expresada en poesía, donde se verán
reflejados los sentimientos y crisis existenciales que calan en los
sujetos/autores y escritores de esta generación, sentimientos tales como la angustia,
el dolor, sufrimiento por la humanidad, detonarán en un sujeto si bien no
estrictamente existencialista, con claros dejes marcados de este
existencialismo vital que apreciábamos en Francia en un Camus.
“En este sentido, los creadores
de este movimiento pertenecieron al mundo popular y se sintieron cercanos al
marxismo -a lo menos un gran número de ellos-, sus obras pusieron el énfasis en
la problemática social, propiciaron la apertura de parcelas literarias en las
regiones del país, el centro de sus creaciones fue el hombre y la constante
lucha contra la naturaleza y la explotación humana. Aun cuando estas
características fueron compartidas por los miembros de la Generación Literaria
de 1938, un sector importante de la crítica especializada afirmó que estuvo
dividida en dos grupos. El primero, de mayor sentido social, lenguaje más directo, apegado al realismo y con un claro acento regionalista. El segundo, buscó mayor novedad en los
motivos literarios, fue más esteticista y subjetivo, formado en su mayoría por
poetas impactados por el surrealismo y el creacionismo.”[5] La influencia de ambas
vanguardias, que apreciaremos ante todo en el grupo de poetas adscritos al
grupo de La mandrágora, tomará técnicas y rasgos estéticos, propios del grupo
creado por Bretón, en las que también se inspirarán en los planteamientos de
Huidobro, donde el arte debe crear y no imitar a la naturaleza.
“Entre los escritores adscritos
a este grupo literario destacan Nicomedes Guzmán, Gonzalo Drago, Andrés Sabella, Francisco Coloane, Volodia Teitelboim, Eduardo Anguita, Teófilo Cid y algunos miembros del grupo La Mandrágora, entre otros escritores.![6] De esta generación de
escritores me centraré en la obra poética de Teófilo Cid, analizando uno de sus
poemas, donde como en todo escritor, para tener una visión más global y acabada
de su obra, es necesario conocer sus influencias, que en el caso del poeta que
nos concierne, en su etapa de juventud, con poetas coetáneos compartió
discusiones literarias que sin duda alguna enriquecieron entreambas lecturas y
escrituras, me refiero a Enriquez Gómez Correa y Braulio Arenas.
Dentro de los puntos que
destacan de Teófilo Cid en su biografía, está su adhesión al grupo La
mándragora, donde su visión surrealista queda patentemente delineada, sobre
todo lo que refiere al mundo de los sueños, esa experimentación constante con
esa otra realidad, alterna a la vigilia, de cuya materia se sirve el poeta para
llevar a cabo su creación literaria: “En 1933, con 19 años de edad, se trasladó a Santiago. Tras seguir la carrera de
Pedagogía en Castellano, comenzó a trabajar como funcionario del Ministerio de
Relaciones Exteriores. Sin embargo, pronto dejó atrás las responsabilidades de
ese cargo y se vinculó con la bohemia intelectual santiaguina, la que en las noches se
proclamaba por los bares y cafés de la ciudad. Ya establecido en la capital,
formó junto a sus amigos Braulio Arenas, Enrique Gómez Correa y Jorge Cáceres el grupo Mandrágora, cuyo objetivo fue difundir,
mediante una revista, actos públicos y tertulias, los postulados del
surrealismo. Producto de su vinculación con esta corriente de pensamiento
surgió el libro Bouldroud en 1942, compuesto por siete
cuentos calificados por el mismo como "oníricos".[7] Luego de experimentar en sus
primeros escarceos literarios con el surrealismo, luego lo hará con el
creacionismo, distanciándose del grupo al cual se había adherido de su generación,
por lo cual no fue incluído en el A,G,C de La mandrágora. Sin embargo, Cid no
sólo cultivó la poesía, sino también el cuento, el teatro, la novela y la
crítica literaria, lo que nos habla de su intensa actividad intelectual, que
con el tiempo iría en deterioro, hasta terminar sus últimos días en un estado
deplorable, recibiendo asilo de amigos como Guillermo Atías
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