El presente ensayo, de carácter teórico-crítico, no será del tipo
impresionista, pues abordará en líneas generales, los lineamientos y programa
que constituyen a la generación del 50, conocida también
como Generación Literaria de 1957- Se suele hablar
de discrepancias de un método, pues la disyuntiva del método generacional,
fluctúa entre dos de ellos, Existen dos criterios y consecuentemente dos nombres, para aludir a este grupo de escritores nacidos entre 1920 y
1934. El primero y el más difundido, Generación del 50, fue
propuesto por Enrique Lafourcade en 1954. El segundo, Generación de 1957, fue
propuesto por Cedomil Goic, quien aplicó el Criterio Generacional Histórico de Ortega y Gasset y el Método de seriación a la literatura
hispanoamericana. Por ello a cuál de
las generaciones se adscriba, dependerá del criterio que se de desee utilizar,
según el esquema generacional y crítico que se emplee, la cual se caracterizó
por ya no interesarse en la literatura propia, sino en aquella que le abra
nuevos límites, la literatura inglesa y sobretodo los influjos de los grandes
poetas, les abrirán perspectivas más críticas e incursionarán en nuevas
técnicas que le llevarán a superar su propia época y las crisis en las que como
escritores estaban inmersos
La Generación literaria de
1950, hizo su entrada al escenario
de las letras nacionales, con un escepticismo radical frente a la vida y a la
literatura chilena anterior (buscando ante todo la superación del criollismo). Es precisamente esta ruptura con lo autóctono, el criollismo
de la generación del 38, el color local y el interés por lo foráneo, por la
literatura inglesa y rusa del momento lo que caracterizará a esta generación. “El narrador y ensayista Claudio Giaconi, propuso que la superación del criollismo era uno de los seis propósitos del programa de la Generación del
50, los cinco restantes eran: la apertura hacia los grandes problemas
contemporáneos, esto es, mayor universalidad tanto en las concepciones como en
las realizaciones; la superación de los métodos narrativos tradicionales,
audacias en lo referente a técnicas y realizaciones y por último, la supresión
de la anécdota.”[1] Es decir, es una búsqueda
constante por lo novedoso, por la experimentación, realizaciones poéticas no
conocidas en el país, por ello necesitarán de los referentes vanguardistas y
contemporáneos. No menor resulta ser la constitución de un programa, no es una
generación que busque el mero azar, sino que propone una sistematización en
todos los ámbitos, en su escritura ensayística, poética, narrativa y
dramatúrgica como en los cambios que buscan promover en la sociedad, el
existencialismo dejará una profunda huella en estos escritores.
“Por esta razón fueron estigmatizados como escritores
despreocupados frente a los problemas sociales. Una de las razones de este
escepticismo fue el momento de cambios profundos en la sociedad, tanto a nivel
nacional, como internacional, teniendo en cuenta, el escenario mundial de la
época. Todo esto provocó que en los escritores de esta generación surgiera la
idea de la realidad concebida como una máscara, y que se subjetivará
absolutamente la noción de conciencia humana.”[2] La realidad como una
máscara es una forma de ocultamiento, donde no se nos muestra realmente cómo están
sucediéndose los hechos, ya sean históricos o subjetivos. No es menor que esta
generación se sitúe en la época y período que abarcó la segunda guerra mundial
(1939-45), la consciencia humana y la subjetividad será cuestionada y puesta en
tensión, ya que frente a un escenario con esas características, después de un
holocausto, será difícil creer en el curso social y en la humanidad cada vez
más deshumanizada, en términos del propio Ortega.
“En términos
generales, todos los autores que conformaron esta generación, fueron
influenciados por la poesía y por la novela norteamericana (Walt Whitman entre
los poetas, Ernest Hemingway y William Faulkner entre los novelistas) y por la
novela clásica Rusa (Leon Tolstoy, Fedor Dostoievski). También evidenciaron
como especial referente el psicoanálisis de Sigmund Freud, el determinismo
científico y el existencialismo.”[3]
Indagar en el mundo de la consciencia humana será central para comprender los
procesos vividos, por ello el psicoanálisis, la cura a través de la palabra,
será viso como la panacea que permitiría curar los males del siglo, una
sociedad en crisis que pasan por los dramas subjetivos y colectivos. “El determinismo científico es un paradigma científico que considera que,
a pesar de la complejidad del mundo y su impredictibilidad práctica, el mundo
físico evoluciona en el
tiempo según principios o reglas totalmente predeterminadas y el
azar es sólo un efecto aparente.”[4] El determinismo que nos propone la ciencia se vuelve
un paradigma del devenir social e histórico, las guerras mundiales no serán una
causa del azar, sino del “progreso” científico desbordado, es la paradoja de la
ciencia, pues cuando ésta cae en malas manos, como es el caso de la bomba
atómica y armas químicas, en vez de convertirse en un beneficio para la
humanidad, que es lo que pretendía Einstein cuando desarrolló sus teorías sobre
el núcleo atómico, ésta se volvió un arma de destrucción masiva.
Un hito de fundamental importancia para el desarrollo de esta
generación -compuesta por narradores, poetas, dramaturgos, ensayistas y críticos-, fueron los Encuentros de Escritores
realizados por la Universidad de Concepción en 1958, ya que en ellos tuvieron tribuna algunos de sus integrantes
más destacados, como por ejemplo: Enrique Lafourcade, José Manuel Vergara, Armando Cassígoli, Jorge Edwards y Claudio Giaconi, entre
otros. También, propiciaron el debate sobre esta generación tantas veces cuestionada
ya sea por su existencia efectiva dentro de la literatura nacional, o por su
visión de mundo y aparente desinterés ante la realidad del país.
Los poetas integrantes de la Generación del 50, presentaron diferencias en
su pensamiento político, religiosos y poético, sin embargo a juicio de Miguel Arteche, esto
no influyó en su modo de reaccionar frente a la herencia de los grandes poetas
nacionales como Pablo Neruda, Vicente Huidobro, Humberto Díaz Casanueva y Rosamel del Valle.
Tampoco influyó en la actitud que adoptaron ante su quehacer como poetas, ya
que el énfasis no sólo estuvo centrado en la estructura del poema, sino también
en la búsqueda de una conciencia que les permitiera el "control de la
criatura poética" y de la carga emocional de sus elementos, con el fin de
lograr poemas sólidamente trabajados y construidos y además cargados con una
"densidad de pensamiento" estrechamente vinculada a la expresión.
Es la densidad del pensamiento y la reflexión donde se vuelca el
carácter existencialista de estos poetas, es su quehacer, su ser en el mundo el
que los volverá más comprometidos en todo sentido, como tales, como ideólogos,
políticos, críticos. Por ello se cultivarán en los más variopintos géneros,
como una forma de rebelión social y que les permitiera llegar a un mayor
público. Forma y contenido de la criatura poética serán cultivados, aunque se
centrarán predominantemente en la forma, construyendo sólidos poemas, que se
sustenten a sí mismos.
El escritor en el cual centraré mi análisis, será Enrique Lafourcade, quién ha
dedicado toda una vida a la literatura: "Un ejemplo de obstinación
increíble", según él mismo confiesa. Hoy, con más de ochenta años de edad,
exhibe una obra cuantiosa y reconocida en toda Latinoamérica: más de dieciséis
libros en prosa, crónicas y cuentos. A ello hay que sumar sus innumerables artículos de opinión publicados en los suplementos dominicales de El
Mercurio y varias antologías de cuentos.”[5]
Incursionó en
la escritura desde muy joven, a los trece años de edad con poesías románticas y
luego, a los dieciséis años, con cuentos. Antes quiso ser filósofo, músico y
artista visual; incluso, estudió pintura en el Museo de Bellas Artes.
Finalmente, se dio cuenta de que su verdadera vocación era la literatura.
En sus primeros años como escritor fue muy difícil para él vivir
de su arte debido a que en aquel tiempo las editoriales no entregaban más que
una suma simbólica a los autores por conceptos de derechos de autor. Entonces,
para financiar su obra literaria, decidió trabajar como periodista y comenzó
colaborando para el diario Las Últimas Noticias. Fue
así como en 1950 publicó su primera novela: El libro de Kareen, que
escribió inspirado en su hermana que murió tempranamente a causa de una extraña
enfermedad.
Con este primer libro, Lafourcade ingresó al medio intelectual
santiaguino y formó parte de la Generación Literaria de 1950. Compartió, con los jóvenes escritores de esa generación,
veladas y charlas y una misma forma de ver el mundo: "Queríamos explorar
el mundo porque pensábamos que la vida estaba más allá de las rutinas
familiares y domésticas. Bohemios de pan con queso y tacitas de té en el Il
Bosco, pasábamos el día metidos en la Biblioteca Nacional y charlando en el Parque Forestal. Un grupo de jóvenes que soñó
con ser artistas".
Lafourcade
cultivará la prosa poética, sus poemas no siguen una estructura métrica
estrófica, sino que se distribuyen de una forma prósica, pues habrá una
apelación al lector y una situación de enunciación imitando la de los cuentos
de hadas, con la frase “había una vez” o en inglés “one upon a time”, es un
poema de carácter lírico-amoroso, que nos habla del amor entre un Búho y una
Búha, como se apreciará aquel tópico ya estaba presente en la literatura
medieval provenzal, la que sin duda alguna, funciona como fuente. El poema
escogido, pertenece a un conjunto de poemas de carácter religioso, que nos
habla de Dios y de las figuras simbólicas del búho –poeta religioso- y el
ruiseñor, símbolo de conocimiento omnisciente, de sabiduría y del poeta,
respectivamente.
Un
movimiento apostólico nacido en el seno de la Iglesia y destinado a ser el alma
del mundo. ¿De un mundo lleno de Dios? Cristo lleva impreso en su corazón el
alma de María. Schoenstatt es familia. Alianza de ésta con Dios. Es mirra,
nacida en las cenizas de las pólvoras de la condición humana.
Franceses, provenzales, ingleses, escucharon hablar y cantar al búho y al ruiseñor. Y el modo como recitaban poemas peleando por el esplendor de sus cantos. El búho, ese susurrante poeta religioso. El ruiseñor, el que canta al amor en los aires libres, perfumados, entre selvas de jardines antiguos. El sabio es el búho. El poeta es el ruiseñor que ríe entre las flores.
Hoy son muy escasos los admiradores de estos cantantes. A la vez, cantantes y sonantes. Que parecen haberse extinguido, pródigos en risas y armoniosas carcajadas.
Franceses, provenzales, ingleses, escucharon hablar y cantar al búho y al ruiseñor. Y el modo como recitaban poemas peleando por el esplendor de sus cantos. El búho, ese susurrante poeta religioso. El ruiseñor, el que canta al amor en los aires libres, perfumados, entre selvas de jardines antiguos. El sabio es el búho. El poeta es el ruiseñor que ríe entre las flores.
Hoy son muy escasos los admiradores de estos cantantes. A la vez, cantantes y sonantes. Que parecen haberse extinguido, pródigos en risas y armoniosas carcajadas.
“Ella y él
En rigor y en verdad, este texto debería titularse "los amantes", y comenzar con: "había una vez una búha que estaba muy sola y gustaba de vivir en su casa fantasma, abundosa en múltiples e inciertos corredores bajo la tierra de las colinas sagradas en las que florecían los ibiscos, las azucenas, las calas, los nomeolvides, los jazmines, y el ilan-ilan. Amén de ciertas y orgullosas rosas".
¿Perfumes, floraciones, en esos aires de esas suaves cumbres solemnes y en sus púlpitos perfumados por tantos ceremoniales? Allí, frente a ellos, el todo e inmenso mar envuelto en una gigantesca playa como una mano abierta de muchos dedos, de finas arenas con multiplicaciones de vientos sobre las nubes púrpuras.
Al caer el sol jugaban en las alturas ciertas garzas gigantescas, níveas. Y resignadas golondrinas grises. Todo allí era inocente, nadie ordenaba el florecimiento ni los silencios preparados para envolver tantos y casi inaudibles suspiros.
Hasta que llegó volando desde el sur el búho gris y vio la pajarería que danzaba en lo hondo de las nubes y vio los vientos regalando esplendores escarlatas.
Era mucho volar para este primer pájaro viajero que oyó la voz de alguien desde lo alto. La voz de las altísimas cumbres, la absoluta nacida en los dorados orientes. Allí donde le esperaba la princesa búha pajarito. Y los lirios amarillos, azules, blancos.”[6]
En rigor y en verdad, este texto debería titularse "los amantes", y comenzar con: "había una vez una búha que estaba muy sola y gustaba de vivir en su casa fantasma, abundosa en múltiples e inciertos corredores bajo la tierra de las colinas sagradas en las que florecían los ibiscos, las azucenas, las calas, los nomeolvides, los jazmines, y el ilan-ilan. Amén de ciertas y orgullosas rosas".
¿Perfumes, floraciones, en esos aires de esas suaves cumbres solemnes y en sus púlpitos perfumados por tantos ceremoniales? Allí, frente a ellos, el todo e inmenso mar envuelto en una gigantesca playa como una mano abierta de muchos dedos, de finas arenas con multiplicaciones de vientos sobre las nubes púrpuras.
Al caer el sol jugaban en las alturas ciertas garzas gigantescas, níveas. Y resignadas golondrinas grises. Todo allí era inocente, nadie ordenaba el florecimiento ni los silencios preparados para envolver tantos y casi inaudibles suspiros.
Hasta que llegó volando desde el sur el búho gris y vio la pajarería que danzaba en lo hondo de las nubes y vio los vientos regalando esplendores escarlatas.
Era mucho volar para este primer pájaro viajero que oyó la voz de alguien desde lo alto. La voz de las altísimas cumbres, la absoluta nacida en los dorados orientes. Allí donde le esperaba la princesa búha pajarito. Y los lirios amarillos, azules, blancos.”[6]
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