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La voz del escritor.

Hay de quiénes se enorgullecen de haber leído y otros, de haber creado

Una eterna disquisición, donde no media razón

Ser un Borges o un Proust, he ahí la cuestión

De Tellier lo lárico, de Mistral su amor a Dios

De Neruda un verso, de Parra su inspiración

De Mallarmé su genio, de Bretón sus sueños

De Tzará el dadaismo, expresión pura de la palabra

Vanguardistas que iluminan nuestro transitar a oscuras por letras huidizas

Pisadas a destiempo, de otras épocas y otros amores

Soy surrealista, simbolista, parnasiano o modernista yo no sé

Un romántico, soñador y enamorado tal vez

Es el pedregoso camino a encontrar la propia voz

Perderme entre los versos de Rokha o ser como Huidobro, un pequeño Dios

¿Cantarles a las rosas o hacerlas florecer en el poema?

El oculto deseo del artista es vivir con pasión o, sino es preferible morir en el intento

Ser libre entre las celdas y encrucijadas del inoportuno destino

Que con sus azares y pretensiones sacrosantas se cree hacedor de verdades y desatinos

Quién escribe, vive. Quién ama, sufre. Quién llora, ríe

Antítesis poéticas que sazonan la inspiración

Que el agua tornan cenizas, un cántaro de nostalgias

Verdades a medias y falsas verdades

¿Al final qué somos? Nada queda.

Solo nuestro canto, ese vuelo rumiante de estertores sonoros que llamamos poesía

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La taza rota.

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