¿Por qué
escribir poesía en el siglo XXI? Esta pregunta me nace después de haber escrito
desde los 17 años intermitentemente a través de este género literario.
Primeramente incursioné en la narrativa a través de cuentos breves, historias y
relatos, así como una incipiente novela. No obstante, fue en la poesía donde me
liberé de los prejuicios de escribir sin mediar la razón, sino que anteponer
los sentimientos y pensamientos por sobre el cedazo que a veces da la sociedad
a la libre expresión. Si bien al principio y es ineludible hacerlo, fui
escribiendo sobre lo que observaba, veía, sentía y pensaba, con el tiempo se
fueron delineando temáticas más íntimas y a la vez, universales como el amor, la
amistad, el sentir. Pero descubrí que la poesía no era solo dar a conocer
nuestra interioridad, sino una forma diferente de ver la vida. De este modo me
fui imbuyendo del acontecer social, informando e intentando comprender mi
realidad, pero que no solo me pertenece, sino aquella que uno comparte en
sociedad. Las injusticias sociales, las discriminaciones de género, étnicas o
de cualquier índole y que aún hoy, existen muchos que no han logrado su propia
voz. Veo en este género un espacio en el que el sentir de otros se conjuga con
nuestra propia sensibilidad para que en esta parcela del mundo donde nos toca
vivir, en este tiempo ingrato a veces y en el que hay mucho por hacer y
construir, se puedan hacer verdaderos cambios, donde nunca más nuestro país
vuelva a ser acallado y donde los artistas recuperen los espacios y que la
cultura se tome la palestra.
Por ello vi en
la poesía no solo mi propio canto a la vida como diría nuestra querida Violeta
Parra con la que fuimos tan ingratos y este año se conmemora un siglo desde su
natalicio, “volver a los 17, después de vivir un siglo”, ¡qué sentido me hace
ahora más que nunca!, en esta habla que nos caracteriza, una lengua que es
verbigracia de ruiseñores y que la maestra expresa con una elocuencia propia de
aquellos que han comprendido el sentido de la vida, “el canto de todos es mi
propio canto”.
“Salimos
perdiendo… salimos ganando… Se llevaron el oro y nos dejaron el oro… Se lo
llevaron todo y nos dejaron todo… Nos dejaron las palabras”. Pablo Neruda,
Confieso que he vivido. El idioma, nuestras lenguas madres son los mayores
legados que nos deja la humanidad con sus historias, etimologías, orígenes
remotos que nos permiten aproximarnos poéticamente a través de viajes que nos
conectan con nuestras raíces y ancestros. La poesía es aquello y mucho más, nos
permite viajar sin movernos de nuestro lugar, devenir en otras épocas, conocer
otras verdades, verdades a medias y falsas verdades. Es uno de los inventos
humanos del cual debiésemos estar más agradecidos, ya que sus posibilidades
creativas e imaginativas son infinitas, pues cada experiencia de escritura es
única, en un lugar y tiempo determinado, incluso nosotros ya no somos los
mismos. Nadie cruza el mismo río dos veces como diría Heráclito. Pues así nos
pasa con los libros, aunque los leamos una y mil veces, por enésima vez aun.
Jamás serán las mismas experiencias y ello enriquece nuestras lecturas o sino
¿Por qué releemos los libros y aun siglos después generaciones vuelven su
mirada sobre ellos?
2 de marzo 2017
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