La noche caía sobre mis
hombros, la tertulia había llegado a su fin. Caminé a la deriva, sin mirar
atrás por aquellas calles tantas veces recorridas de provincianismo de viejo
cuño. Pasos. Silencio. Una sombra se deja entrever bajo la luz de los faroles.
Miro de reojo. Una silueta. Un sonido entrecortado roza mis oídos. Alguien
silba, tararea una canción. Pestañeo,
abro y cierro los ojos. Me detengo. Mis pensamientos se detienen. Los vehículos
atraviesan la ciudad de un extremo a otro, me siento desolado en medio de la
oscuridad. Me encuentro solo en medio de la noche en ciernes, nadie a menos de
dos cuadras, solo la sombra que se aproxima. Un aire helado recorre mi frente,
apresuro el paso, lo pienso. Permanezco inmóvil. Una brizna de viento circunda
mi alrededor. Miro, observo el reflejo de los árboles bajo el alumbrado.
Silencio. Abro los ojos, ojalá nunca los hubiese abierto.
A lo largo de la historia nos encontramos con diversas sociedades, cada una de ellas con rasgos distintivos, de este modo distinguimos unas más tolerantes y otras más represivas. No obstante, si realizamos un mayor escrutinio, lograremos atisbar que en su conjunto poseen patrones en común, los cuales se han ido reiterando una y otra vez en una relación de causalidad cíclica, que no es más que los antecedentes y causas que culminan en acontecimientos radicales y revolucionarios para la época, los que innumerables veces marcan un hito indeleble en la historia.
Lo anteriormente señalado ha sido un tema recurrente en la Literatura universal, cuyos autores debido al contexto histórico en el cual les ha tocado vivir, se han visto motivados por tales situaciones y han decidido plasmar en la retórica sus ideales liberales y visión en torno a aquella realidad que se les tornaba adversa. Un ejemplo de ello es el microrrelato “La Hormiga”, cuyo autor es Marco Denevi, del cual han surgido
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