La impotencia de existir. Siento una pena que me carcome desde las entrañas, es vivir en contradicción, es un llanto que me ahoga por dentro, es el insoportable malestar de vivir y convivir junto a otros, el recibir órdenes como si tuvieses una incapacidad para pensar por tu cuenta. No me gusta que piensen por mí, controlo mis pensamientos y mi vida, no se las dejo en las manos de otros, ésa es la gran diferencia. Algunos han dicho que se debe a una seriedad intelectual, a un formalismo endémico, pero es y ha sido la forma de ser que me caracteriza, amo a mis seres queridos, a mi núcleo más cercano, pero quién escribe necesita un tiempo de aislamiento, para cultivar las ideas propias y si quiénes te rodean en el día a día no comprenden aquello, quizás la mejor decisión es apartarse, estar lejos de los tuyos por el tiempo, por el simple hecho de no verlos.
El amor es un sentimiento trágico para algunos, que nace de un sentimiento incondicional. A ratos no tolero la convivencia. Mis padres, quiénes me dieron la vida, siento que van en otra dirección, que no pensamos lo mismo, que ya no satisfacen mi forma de entender la vida y el mundo, es un sentimiento de intolerancia enajenada, para quién se sabe distinto, emocionalmente diferente. Es una tristeza y honda melancolía la que imbuye en aquellas situaciones, de saberte poseedor de las palabras y que éstas te traicionen, pues al expresar tu sentir, a veces terminas causando más daño del que esperabas, cuando el amor se transforma en odio en un arrebato es incorregible e insostenible, la tenue línea que los separaba, se difumina frágil y silente, es la incógnita de una nueva vida que comienza, a veces partir de cero, dejando los días idos atrás.
Cada día es un nuevo amanecer para recomenzar, sin importar lo que hayas hecho en tu pasado, la vida sólo va hacia adelante, dejando tus propios miedos atrás, tus propios fantasmas y no sustituirlos por los fantasmas de otros. A ratos he tomado la decisión de estar solo, compartir sólo con aquellos que entiendan ese sentimiento trágico del mundo, abandonarme y abandonar mi terruño, jamás nada vuelve a ser igual, pero la esperanza de sembrar tus propias raíces, de ser independiente y no depender de otros, es una motivación siempre latente, única. Al fin y al cabo nacemos solos al mundo y aprendemos en el camino. Hay quiénes poseen un innatismo sin igual, un “algo” que los caracteriza, que los define, que marca su esencia, es su valuarte, aquello que algunos llaman don, hay quiénes lo poseen para la escritura, otros para la música, el arte e inclusive los caracteres en familia varían. Si me encontrara solo en el mundo y no tuviese a nadie a quién recurrir, probablemente emplearía mi don, lo llevaría a un extremo impensado, redescubriendo nuevos límites y lindes a través de la escritura, esa fuerza vital única y singular que fluye en el ritmo del mundo, sin embargo, es tan precario el entendimiento, la asimilación y la compenetración con quiénes dedicamos nuestra vida a aquella labor.
El amor es un sentimiento trágico para algunos, que nace de un sentimiento incondicional. A ratos no tolero la convivencia. Mis padres, quiénes me dieron la vida, siento que van en otra dirección, que no pensamos lo mismo, que ya no satisfacen mi forma de entender la vida y el mundo, es un sentimiento de intolerancia enajenada, para quién se sabe distinto, emocionalmente diferente. Es una tristeza y honda melancolía la que imbuye en aquellas situaciones, de saberte poseedor de las palabras y que éstas te traicionen, pues al expresar tu sentir, a veces terminas causando más daño del que esperabas, cuando el amor se transforma en odio en un arrebato es incorregible e insostenible, la tenue línea que los separaba, se difumina frágil y silente, es la incógnita de una nueva vida que comienza, a veces partir de cero, dejando los días idos atrás.
Cada día es un nuevo amanecer para recomenzar, sin importar lo que hayas hecho en tu pasado, la vida sólo va hacia adelante, dejando tus propios miedos atrás, tus propios fantasmas y no sustituirlos por los fantasmas de otros. A ratos he tomado la decisión de estar solo, compartir sólo con aquellos que entiendan ese sentimiento trágico del mundo, abandonarme y abandonar mi terruño, jamás nada vuelve a ser igual, pero la esperanza de sembrar tus propias raíces, de ser independiente y no depender de otros, es una motivación siempre latente, única. Al fin y al cabo nacemos solos al mundo y aprendemos en el camino. Hay quiénes poseen un innatismo sin igual, un “algo” que los caracteriza, que los define, que marca su esencia, es su valuarte, aquello que algunos llaman don, hay quiénes lo poseen para la escritura, otros para la música, el arte e inclusive los caracteres en familia varían. Si me encontrara solo en el mundo y no tuviese a nadie a quién recurrir, probablemente emplearía mi don, lo llevaría a un extremo impensado, redescubriendo nuevos límites y lindes a través de la escritura, esa fuerza vital única y singular que fluye en el ritmo del mundo, sin embargo, es tan precario el entendimiento, la asimilación y la compenetración con quiénes dedicamos nuestra vida a aquella labor.
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