El acto de retractarse es motivarse por una idea y no llevarla a término, desear algo y no realizarlo, imperdirnos consciente o inconscientemente por aquello que no nos deja fluir, es un actuar mediado por nuestros pensamientos, por la incertidumbre de la duda, por nuestro próximo paso y por los que ya hemos dado. Es como cuando un escritor empieza a desarrollar una idea y no puede continuar por bloqueo mental o se detiene en la búsqueda de la palabra precica, cuando quizás aquella que andaba buscando era la que surgió espontáneamente.
Este acto también se traduce y reproduce en la vida cotidiana, en lo que comemos y degustamos, en la ropa con la cual nos vestimos, pues cuánto tiempo malgastamos y empleamos en probar uno y otro plato, una y otra prenda, para usar en determinada ocasión, en la recreación de los instantes, en que aquello sea perfecto, un día único, una experiencia sin igual. Llevo la cuenta de mi escritura, hace un día escribí las letras anteriores, motivadas por un sentimiento, como todo en nuestra realidad y entorno, las emociones se intensifican, las palabras cobran valor por sí mismas, en la estadía de nuestros cuerpos en una tierra sin despojos, así manifiesto mi ira interior por concebir mi propio proceso, mi propia sintomatología escrituraria, por profundizar en mis propios abismos y miedos, en el retractamiento de una palabra invocada, de un aliento sigiloso, de lo que conservo en mi más íntimo sentir, hoy me atrevo, hoy experimento y sigo adelante, no doy marcha atrás, sólo hacia adelante, no hay tiempo al que me deba ceñir, es una mera invención, mi vida es un flujo incesante y lo que hoy prometo, mañana no será diferente, será una profecía autocumplida, fluyo, porque así lo quiso mi destino y mi propia vida.
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