Este año cumplo veintitrés años de existencia y si bien creía que las experiencias no eran acumulables, me invade constantemente la ansiedad de no poder retroceder el tiempo, de que he dejado mucho atrás, que vivo el presente, pero me enajena la incertidumbre del futuro. Tengo muchos recuerdos en mi mente, cuántas personas que se han cruzado por mi vida, algunas me han dejado tan sólo un saludo, algunas ya partieron y me dejaron sus palabras, sus proyecciones y frustraciones.
A ratos tengo emociones encontradas, palabras y escritura no dicha, callada, silenciada, ¿la Razón?, la desconozco. Lo que sí sé es el valor de las palabras, la energía vital puesta en ellas, el grabar los instantes, asir los momentos, vivir la intemporalidad del recuerdo.
A veces siento que pareciera un muchacho ido, sin embargo, se deba probablemente a lo absorto que me encuentro siempre en mis pensamientos, que suelen ser más de los que quisiera. Tiendo a ser receptivo, las energías en mí fluyen, por ello tal vez tiendo a la dispersión, ansiedad e impaciencia nerviosa.
Este año me propuse aprender de mis errores, retractarme si he hecho algo mal, pero siempre uno va hacia adelante, quizá la sobrexigencia que a ratos me pido se deba a que espero algo, que no sé qué es. Suelo esperar mucho de los demás y cuánto estoy dispuesto a dar, creo en el destino, pero también en que uno lo va construyendo a diario, pero que cada persona que pasa por tu vida es porque la necesitábamos para crecer, física, emocional o espiritualmente. Suelo buscar muchas respuestas y plantearme muchas interrogantes.
Mi amiga del alma, a quién la suelo caracterizar como mi gurú espiritual, me sostiene en esos momentos de crisis existencial, donde las más de las veces me siento incomprendido, he de a poco eso sí, comenzado a salir de la burbuja que suelo vivir, que hay más realidades fuera de la que vivo, que la vida no a todos los trata bien y que de cada cual se aprende, sin importar su grado de instrucción, su cultura y experiencias de vida. Precisamente la conjunción de aquellas los hace únicos y cada cual tiene su modo de compartir y enseñar a otros, una forma de canalizar sus propias energías y de comprender cómo funciona la individualidad de cada uno.
Hay una marca que nos hace únicos e irrepetibles y es nuestra personalidad, así fue que hoy llegué donde una señora que trabajaba con terapias medicinales y lo primero que me dijo que además de tener altas concentraciones de azúcar en mi organismo, las que se debían a un desequilibrio emocional, que tenía una carencia afectiva profunda, que solía ensimismarme y guardarme las tensiones y cargas emocionales y soportarlas solo, al fin de cuentas describió mi personalidad del tipo retentiva, que por lo demás tiende a ser nerviosa, debido a una inseguridad permanente de reafirmarme frente a otro, de dejar mi huella personal. Pero ante todo lo que más me llamó la atención fue que comprendió la disyuntiva en la que me suelo encontrar, de que uno es espejo de sí mismo y que el otro es su reflejo, pues aquello que no queremos ver en el otro es lo que ocultamos de nosotros mismos, en nuestro rostro conservamos nuestras experiencias, nuestro organismo es la fuente inagotable de vivencias subsumidas, alimentos ingeridos y bebidas, procesos vitales, nosotros como seres humados somos un todo complejo, donde los procesos fisiológicos, psicológicos y factores externos se superponen y conforman nuestra identidad, invaluable por lo demás.
Quizás como ella refería, se debe a procesos karmáticos y habrá que limpiar y tal vez purgar en esta vida, lo pasado en otras, para así alivianar nuestra culpa. En fin, hoy empecé con la terapia de las flores de Bach, en las cuales confío, creo que es una experiencia única, al igual que la hipnosis, para conocer mejor nuestros propios procesos, cuál es el equilibrio y por qué se desequilibria nuestro organismo, que tal vez sea una explicación de qué espero de los demás y de mí mismo y si esa ansiedad está siendo bien canalizada, para no endulzarme a mí mismo, supliendo emocionalmente los vacíos. De igual modo una vez más abro los ojos al mundo, a comprender que se vive en sociedad y de que tomamos decisiones a cada momento, las que pueden ser determinantes en nuestra prxima decisión y destino, aunque no me gusta poner mi vida en manos de otros, por esa inseguridad existencial, sí comprendo que siempre a lo largo de nuestra vidas dependeremos de otro y ese otro dependerá de nosotros, por ello debo aprender a convivir, sin juzgar y prejuzgar, más que mal, así funciona el mundo, yo doy y tú me das, en un toma y afloja de necesidades.
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