Ir al contenido principal

A las memorias de un solitario escritor. (Recuperado del 14 de marzo 2014).

Ante data al lector: El siguiente escrito es uno de tantos de los que creía perdidos del año 2014. Sin embargo,  aquí está, latente como un corazón bombeando sangre a las venas. Cuánto sentido me hace releerlo hoy 14 de marzo del 2018, cuatro años después de su escritura,  pues me recuerda que la vida es movimiento y que la literatura, como la vida misma, necesita del fluir vital, para la auténtica creación. Sin duda , desde hoy se marca un antes y un después en mi escritura .


La soledad es un estado propicio para la escritura, uno percibe cosas que jamás había visto o, al menos se las percibe desde un enfoque diferente. Quién escoge que su vida se convierta en un eje articulador y vertebral, pasa del sedentarismo al dinamismo, al movimiento puro y cinético, el ayer ya es pasado y nos quedamos sólo con su sombra, con el fantasma de una nostalgia de lo que fuimos y la imposibilidad de lo que pudimos ser. De igual manera el futuro, nuestro ahora es un constructo en el cual debemos procurarnos la felicidad, quizás no en la inmediatez, pero al menos como constante psinérgica que genere una energía vital, una zoe nueva y renovada. 

La vida es extraña, año a año, día tras día nos reconocemos en los otros, en nosotros mismos, en nuestras decisiones y qué hemos querido para nuestra vida, por ello creo en la autenticidad del ser humano, nuestra individualidad, que nos permitirá mover masas, sino montañas en la trascendencia personalísima de nuestro ser, pero trascender no es un mero acto que se desea, sino que hay que atravesar los escalafones que la suponen. El escritor que planea trascender dentro de su itinerario vital, debe pasar una vida auténtica en la soledad de su escritorio o alternar en la sociabilidad con los otros, para aprender más sobre la naturaleza humana, incluso aquello que desconocer. 

Este quinto año en Santiago me abre puertas a conocer a otras personas, a interactuar con otras individualidades y ser, que es lo fundamental, registrar el pasado como fuente para avanzar simplemente nos retiene, no nos permite continuar hacia adelante, dar nuestro próximo paso, pues la esencia de la vida está en el movimiento, en no quedarnos estáticos, cambiar continuamente nuestra enfoque vital en búsqueda de la perfectibilidad humana, quizá las raíces son nuestro mayor baluarte, no obstante, sólo generan apego material y simbólico, por ejemplo, he perdido la cuenta de las casas que he habitado en estos últimos años, a pesar que si realizo un ejercicio nemotécnico, siempre daré con el ejercicio exacto. 

Estabilidad es lo que debiese permanecer, pero para un escritor, ésa no es una buena palabra y que en estricto rigor sea habitual en su vocabulario, hay que ir a la saga de nuevas historias, replantearse, reformularse en búsqueda del arte estético de la escritura, a través del acto de conocerse a sí mismo e indagar en los diversos planos en los que se manifiesta el arte, la literatura. En la vida no hay marcha atrás, sólo nos queda ir hacia adelante y grabar a fuego lento nuestros recuerdos y revivirlos en el pasar del tiempo.

Son tantas las experiencias acumuladas en tan sólo dos décadas de existencia que no he de imaginarme las que se acumulan a lo largo de toda una existencia humana, sin embargo, aquí estoy, dándole rienda suelta a otro de mis escritos, en ese no parar balzaceano el motor de la creación. Hace un tiempo había pensado escribir mis memorias, tendría unos 17 años, pero ahora y con probabibilidad en mis años venideros, cuánta risa me causaría que un adolescente se planteará semejante tarea, pues a esa edad aún no se ha vivido nada, no se ha conocido el mundo y su funcionamiento, no se ha adaptado a él y menos aún, se ha vivido, amado, soñador y cosechado. Por ello me plantearé a lo largo de mi existencia, cosechar y aprender de los frutos de aquellas experiencias y así, sólo tal vez con la perspectiva que dan los años, piense nuevamente en escribir mis memorias.

 A las memorias de un solitario escritor.

 Tardes de marzo, Santiago 14/3/2014

Comentarios

Entradas populares de este blog

"La Hormiga", Marco Denevi (1969).

A lo largo de la historia nos encontramos con diversas sociedades, cada una de ellas con rasgos distintivos, de este modo distinguimos unas más tolerantes y otras más represivas. No obstante, si realizamos un mayor escrutinio, lograremos atisbar que en su conjunto poseen patrones en común, los cuales se han ido reiterando una y otra vez en una relación de causalidad cíclica, que no es más que los antecedentes y causas que culminan en acontecimientos radicales y revolucionarios para la época, los que innumerables veces marcan un hito indeleble en la historia. Lo anteriormente señalado ha sido un tema recurrente en la Literatura universal, cuyos autores debido al contexto histórico en el cual les ha tocado vivir, se han visto motivados por tales situaciones y han decidido plasmar en la retórica sus ideales liberales y visión en torno a aquella realidad que se les tornaba adversa. Un ejemplo de ello es el microrrelato “La Hormiga”, cuyo autor es Marco Denevi, del cual han surgido

Ensayo, “Los chicos del coro, una película que cambiará nuestra mirada hacia la pedagogía”.

En la película, los chicos del coro, vemos una realidad de un internado ambientado en la Francia de 1949, bajo el contexto de la posguerra. Esta institución se caracteriza por recibir a estudiantes huérfanos y con mala conducta, que han vivido situaciones complejas en términos de relaciones interpersonales, pues muchos de ellos han sido abandonados o expulsados de otras instituciones. Con el fin de reformarlos el director del internado Fond de I’ Etang (Fondo del estanque), aplica sistemas conductistas de educación, sancionadores y represores como encerrarlos en el “calabozo”, una especie de celda aislada cuando se exceden en su comportamiento. Sin embargo, la historia toma un vuelco con la llegada de Clément Mathieu, músico que se desempeña como docente y quién aplicará métodos no ortodoxos en su enseñanza los que progresivamente irán dando resultados positivos en los chicos.                 Respecto a las temáticas que se abordan en la película, por un lado resaltan los a

La taza rota.

Esa noche había llegado tipo diez, hacía un clima enrarecido, hacía frío, pero sentía calor, quizás no era el tiempo, tal vez era yo, no lo sabía, pero algo pasaba y si bien hasta cierto punto todo parecía normal o aparentaba serlo, algo había cambiado. Llámese intuición, dubitación o sospecha, en aquella casa a la que llegaba a dormir sucedía algo que había desestabilizado y quebrantado la rutina, no era sólo que mi mundo cambiase, sino que la realidad hasta cierto punto superaba la ficción, el tiempo ya no parecía correr a pasos agigantados, sino que incluso se detenía en estática parsimonia, para lo que sólo me bastó observar el reloj que se encontraba en la pared, en la esquina opuesta a la puerta de entrada a la casa y, efectivamente, las horas y minutos en aquel reloj no avanzaban, sino que las manecillas se habían paralizado de por vida, lo pensé unos instantes y no había explicación para ello, salvo que se hubiese quebrado, caído o algo por el estilo, en fin, lo consideré só