Para mí, jamás han existido las casualidades, casi como un principio categórico. Ya perdí la cuenta de las ocasiones en que alguien se ha atravesado en mi camino y por esas cosas inexplicables siento que estábamos en la misma sintonía. A veces hay personas anónimas, otras conocidos de la vida, pero me cuestiono, hasta qué punto uno conoce a otro en esta vida que da tantas vueltas, pues ni uno mismo se termina de conocer.
En los recorridos que hacen nuestros sentidos, nuestra presencia física, la que si bien siempre es dirigida por lo que pensamos, es extraño y difícil de dimensionar, dónde llegaremos, dónde estuvimos toda nuestra existencia y dónde culminará, pero lo que sí sé es que el presente es lo único que tenemos y debemos ser felices en él, disfrutarlo y conservarlo, pues después será un lejano recuerdo en nuestra memoria, junto a otros tantos que hemos vividos. A veces cambian las circunstancias, en otras, las personas y sin duda alguna, los momenots y de pronto nos encontramos en el ahora, con más experiencias en nuestro cuerpo, dispuesto a conocer y reconocernos en el otro, como un espejo que nos refleja, con quién decidimos compartir esos minutos de nuestra vida, fluir vitalmente, sincronizar en nuestras conversaciones y dar amor, como el acto más profundo que tenemos y podemos dar en nuestra vida, es la frecuencia más alta en la que podemos vibrar y es lo que mejor podemos compartir, amor a la humanidad, a nuestros seres más cercanos e inclusive a los anónimos, que a veces sólo necesitan de una sonrisa, un saludo o una palabra de aliento y si alguien nos devuelve esa mirada, siéntanse en la gloria de haber alcanzado la felicidad máxima, pues dos seres humanos nunca serán como dos gotas de agua, pero aun en sus errores, aciertos y virtudes, se logran comprender, salir de su individualidad, unicidad y aceptarse tal cual son, escucharse y ver que el mundo compartido es mucho mejor que cuando se es una sola voz.
El reflejo de tu voz, 5/3/2014.
Comentarios
Publicar un comentario