Lo único que tenemos es el momento presente, la acción que realizamos en este momento en un aquí y en un ahora, en un espacio y tiempo, cuya justa medida es nuestra existencia. El pasado ya no existe, el futuro lo estamos construyendo y para que algo surja en este mundo, ya sea a través de las manos del hombre o de un ser creador, las cosas, las situaciones, o incluso para que la vida misma pueda existir.
Es por ello que agradezco el poder vivir cada instante, el ser consciente, de lo que quizás no nos damos cuenta, pero el hecho mismo de movernos a nuestra voluntad, de cumplir nuestros deseos, de pensar y sentir, de estar, ya es decir mucho. No cualquiera puede darse ese lujo, inclusive la escritura misma es creación del artista, de su mente y sus manos puestas al servicio de su imaginación y de sus pensamientos. Es algo que nadie puede arrebatarnos, tal cual los instantes y aun así no es necesario manifestar más que la voluntad del genio creador; aquél que es capaz de hacer poesía con sus manos, de crear monumentos a la humanidad o de tan sólo vivir.
La vida en sí misma es arte, si vivimos el presente como lo único que tenemos en esta existencia, ya nada nos importarán los objetos materiales, la inmanencia; sino más bien la trascendencia de nuestro ser en el tiempo, de las palabras que dejamos atrás, de las ocasiones que vivimos con nuestra propia consciencia de existir, de nuestra fragilidad como seres humanos y con mayor razón nuestros recuerdos, en tanto experiencias que hemos acumulado en el cuerpo. Aunque quizás nunca más se vuelvan a repetir.
No seamos pesimistas ni fatalistas, ya que si bien el tiempo no transcurre en vano, las circunstancias y personas que se cruzan por nuestra vida tampoco. El fin último al que podemos aspirar es a eternizar un momento, cuyo fin más paradigmático lo apreciamos a través de la ortografía, ese estatismo, que ya no es flujo vital, pues la vida es continúo movimiento, ir de un sitio a otro, movernos, sentir, expresarse, gritar, estar, vivir, es un accionar, es activar la pureza de espíritu y ser conscientes que no hay límites más que el que nos hemos autoimpuesto. La libertad del pensamiento está en las palabras, en el flujo vital de nuestra propia enunciación.
Noche de vientos auguradores. Santiago, 20/5/2014
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